Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Las pilas cargadas

03/09/2024

La vuelta del verano es un espejo derretido de la gélida cuesta de enero. O quizá peor. Digerido el roscón de Reyes -y con el telescopio puesto en el calendario-, los primero días del año atisban la ilusión por los carnavales y la Semana Santa. Además, como dice el refrán, hasta San Antón Pascuas son. Y para San Sebastián, una horita más de luz. Como bien conoce el siempre estimado lector, quien no se consuela es porque no quiere.
En esta primera hoja del almanaque de septiembre no valen remilgos, ni falsos consuelos, ni refranes reconfortantes. Hay lo que hay, aunque en estos lares -y para los afortunados del centro geodésico-, queda la foto finish de las ferias en honor al Santísimo, a la que siguen las propias y más tardías de los pueblos próximos. Después, lo que resta es atravesar la puerta del invierno y aguardar con resignación cristiana el más allá del dintel. Es decir, una horita menos de luz, la vuelta al cole, el regreso al trabajo, el reencuentro con la ropa de invierno, el Puigdemont, los madrugones, los atascos, el caos de Renfe, la migración al gimnasio y la película semanal de Cine de Barrio. Por supuesto también, las ruedas de prensa posteriores a los consejos de ministros. Todo un panorama alentador, para qué engañarnos.
Intenta venir lo anterior a cuento porque, seguramente en los últimos días, habrá usted escuchado, la expresión "vengo con las pilas cargadas". Es oírla -o verbalizarla-, y los males antes descritos se evaporan para dejar la cuba de Vendimiario con el mejor palo cortado. Decir "he cargado las pilas" es como beber dos tazas el Bálsamo de Fierabrás para limpiar el cuerpo y el alma de todos los males. 
Lo de "venir con las pilas cargadas", también puede tener su punto de egocentrismo. Sería algo así como decir "pase lo que pase, nada me va a influir. Yo a lo mío y sin mirar para otro lado".  Una actitud y aspiración vital -interesante y respetable-, pero que sumada con otras muchas similares provoca fallas tectónicas en las estructuras de un país ya narcotizado, como es la España de los últimos tiempos. 
Surge también la duda de saber si la pila está realmente bien cargada. Los entendidos en la materia dicen que una pila mal cargada (aunque indique que está completa), provoca el llamado "efecto pérdida de memoria". Los expertos dicen que condena a la batería a una existencia mucho más corta y frágil. Un colectivo con las pilas mal cargadas, por lo tanto, estaría abocado a perder la memoria. En consecuencia, a ser desechado prematuramente como basura electrónica.
El panorama actual hace pensar que las pilas vuelven cargadas este septiembre. Sería deseable que no con anestesia y olvido, para perdonar y olvidar golfadas y corrupciones como fue la bufonada de Puigdemont. Con la charged battery del «yo, a lo mío», la descomposición social se blanquea con descaro en instancias judiciales, y luego es bendecida en la Fangoria periodística. Los desmanes y mentiras dividen intencionadamente a la opinión pública en dos polos, que cada día se repelen más. 
Esta columna, por cierto, se acaba de quedar sin pilas.