Esther Durán

Serendipias

Esther Durán


Recuerdos

20/09/2024

Mi infancia son recuerdos de hermosas pantallas, una grande presidiendo el comedor, otra pequeña, siempre conmigo, en el bolsillo del pantalón, y otras medianas, con las que me hice un jugón. ¿Serán estos los versos que algún día escriban nuestros retoños y adolescentes evocando su niñez? ¿Las tardes azules darán paso a días en RGB? ¿Tanto y tan pronto ha calado la digitalización que a nuestros niños y niñas les hemos cambiado los patios, aunque no sean de Sevilla, por millones de píxeles? 
Sufro tendencia a pensar por qué y a teorizar cuando observo algún patrón en cualquier ámbito. Hace tres años me sorprendió ver el cartel de cierre definitivo en una juguetería de un centro comercial, la de las dos puertecitas, nimio detalle que tanto decía de su filosofía: los protagonistas tenían su propia entrada. Este año, la juguetería maña, anunciaba su definitivo adiós, nos quedamos sin Imaginarium. Precisamente cuando volvía a frecuentar este tipo de negocios, tenía la sensación de que iban disminuyendo. De hecho, en 2018 se escuchó que Toysrus desaparecía; no fue así en España y Portugal donde se salvó gracias a una reconversión y cambio de propietario, aunque dejando por el camino locales y muchos empleados. Este verano, una marca más se sumaba a la lista negra: Poly cerraba sus treinta tiendas en España. ¿Y cuántas más de barrio, de pueblo, de nombres populares, menos vistosas, pero más cercanas, hemos perdido en los últimos años? No es una casualidad y la compra electrónica no es la única culpable. Los niños visitan menos jugueterías, sus deseos proceden de videos de YouTube y, lo más preocupante, a partir de los 7 años dejan de pedir juguetes de los de manipular, acunar, rodar, inspeccionar y hasta destrozar para demandar pantallas. Pero ¿quién puso primero YouTube? ¿Quién les presentó los videojuegos? ¿Quién accedió a los deseos digitales, frito de escuchar la cantinela solicitante? 
Y así, como los mayores dejamos las palabras en directo, las letras en papel, las fotos que se palpan, los cafés que podrían ser agua porque lo importante es la conversación, los niños, siendo tan efímera, única e importante en su desarrollo esa etapa de la vida, dejan de serlo antes, mucho antes, demasiado. Así, se desenchufa la imaginación y se conecta la adicción.