Existen unos lugares con la extraordinaria capacidad de aislar, momentáneamente, los sucesos del espacio-tiempo y crear una burbuja transitoria de retiro. Los hay elegantes y vulgares, ruidosos y silentes, más y menos cómodos, menos y más generosos, politizados, imparciales, pequeños, medianos, grandes, con o sin música, con o sin tele, con periódico, eso, por favor, siempre.
Si los frecuentan, habrán tenido uno especial para cada momento vital. ¿Dónde fue su primera cita? ¿Dónde contaron a sus amigos que llegaba un miembro más? ¿O que la prueba no había salido bien? ¿Que tocaba cambiar de trabajo? ¿O lo habían encontrado? ¿Que aquella primera cita, años después, resultó no haber sido con su media naranja? ¿Quizá, que no eran naranjas sino pomelos lo que quería y no había entendido?
Me pesaría olvidar alguno si repaso los míos; el de Chiqui, ni idea de su nombre oficial, el Penalti, y su barandilla, una discoteca con nombre de paraíso en inglés, menudo dolor de pecho cuando, años después, la encontré derruida; en cada destino profesional, uno: el de Mateo y el de Merche, en Torrijos; el de Paco y la Alameda, en Méntrida, cuando llegué a Talavera, Mati. Tras la pandemia y el inicio de la vida escolar como madre, encontré un refugio en el camino entre mi primera parada y el trabajo. Era perfecto: tenía leche de soja, el café era excelente y lo servían con la temperatura perfecta; no estaba limpio, estaba impecable, olía a nada, ni frito, ni frita; tenía una terraza enorme y gente amable, cercana, rápida, eficaz y profesional, muy profesional, tras la barra. Mi café, nada más ver que me acercaba, me estaba esperando en la barra muchos días. ¿Se podía pedir más? Ahora sí, que nunca hubiera cerrado. He entrado durante tres años prácticamente a diario, he ido feliz, enfadada, jorobada, agobiada e incluso inspirada, pues muchas columnas se gestaron allí. Creo que fui un poquito parte de la familia Taburete, desde luego, ellos han formado parte estos años de mi vida, era mi lugar favorito, mis camareros favoritos y el dueño de bar, favorito. Ana, Parra, Lucía y Gabi, entre otros, lo habéis hecho de diez.
Taburete ahora es uno de esos reductos irreductibles del espacio-tiempo donde siempre quedarán, más allá del primero, las conversaciones, las sonrisas, las lágrimas y los recuerdos.