Han pasado años de furor en la plantación de nuevos leñosos -hasta hace una década eran desapercibidos entre los agricultores de la región-, y ahora toca que su empresa, la cooperativa, empiece a dar pasos para valorizar las cosechas que van cogiendo peso en la báscula cada campaña.
Los malos precios del cereal, permanentemente en pérdidas, propiciaron el desembarco de grandes viveros que ofrecieron la alternativa que nadie había planteado hasta entonces, después de un largo período de investigación e innovación. Sólo había que elegir el momento así como el territorio, y en aquellas primeras cosechas, con la almendra a 9 euros el kilo, y la ecológica incluso por encima, apareció la solución para miles de hectáreas de secano que pronto se reconvirtieron trenzando poco a poco los suelos con un moderno sistema de calles intensivas o superintensivas, simulando grandes setos para su mecanización que prometían abaratar los costes de recolección.
La cornicabra, el portainjerto autóctono y natural más adecuado para hacer fructificar el cultivo hermano, el pistacho, impulsó después el segundo boom de los frutos de cáscara hasta superar hoy ya las 65.000 hectáreas en nuestro país, la mayoría enraizadas en nuestra comunidad.
El margen que ambos cultivos dan hasta que entran en producción ha sido el tiempo suficiente para saber que en pocos años, habrá un volumen de almendra y de pistacho que alguien deberá valorizar. Y he ahí la conveniencia de un plan estratégico que la agrupación de cooperativas ha empezado a diseñar y que ya conoce la consejería de Agricultura, dispuesta a priorizar también ciertos proyectos de inversión a través de líneas como la FOCAL, y otras cofinanciadas con el Plan de Desarrollo Rural (PDR). Incluso estudian promover una marca colectiva desde la región con mayor potencial.
La rentabilidad que ofrecen estos frutos de cáscara, pese al desplome de la almendra -para desengaño de muchos que plantearon su apuesta como un plan de pensiones-, ha animado al capital privado a montar plantas procesadoras en varios puntos de la región. Y esa es la misma oportunidad que las cooperativas quieren aprovechar antes de que el valor de la materia prima, en manos mayoritariamente de sus socios, salte de eslabón en la cadena de comercialización.
La unión entre la cooperativa "Santa Catalina" de La Solana con la "Galán" de Membrilla para crear la primera estructura de segundo grado "Frutos secos Manchegos" es la primera gran operación que acaba de fraguar. Aunque no es la única. En Pedro Muñoz, también en la provincia de Ciudad Real, han sumado sus fuerzas las cuatro bodegas del municipio para dar un paso al frente en la gestión de los frutos de cáscara de todos los socios, los de las tres SAT´s, y una bodega privada.
Asimismo, han surgido proyectos locales en Quero y en Tomelloso y ese parece ser el camino.
Hace algunos años asistí a un foro donde el investigador del Chaparrillo, Pepe Couceiro, el "padre del pistacho" en la región, se dirigió a los más de 500 asistentes preguntándoles por qué estaban allí, qué motivación tenían, qué información habían valorado antes de hacer estas inversiones, y si en algún momento se habían preocupado por averiguar quién vendería sus cosechas o sencillamente esperarían al mejor postor. En ese momento ya estaba diciendo que terminaron los tiempos de plantar por plantar.