La vida se complica después de los aranceles de Trump, y para todos… Porque aunque muchas de esas tasas puedan renegociarse ahora, el orden económico mundial es hoy más incierto que antes, a la vista de las reacciones de otras grandes potencias como China que ya ha respondido con una subida del 34 por ciento para todo lo que llegue de norteamérica. En este sentido, cualquier movimiento geopolítico representará un cambio en la posición de las empresas agroalimentarias, estén donde estén, sople el viento a favor o cambie ahora forzosamente el rumbo por las ventajas que adquieran otros competidores.
Y esta ha sido la principal preocupación verbalizada por la industria alimentaria más representativa de nuestra despensa como la del aceite, la del queso o la del vino. Con mayor o menor penetración en el mercado norteamericano, pero con un volumen de ventas estratégico, saben que el principal pagano de los aranceles será en primera instancia el consumidor, lo que no significa que esta guerra de 'todos contra todos' que han generado las 'tablas de Trump', no vaya a suponer la llegada de productores que compiten mejor por la vía del precio. En este sentido, confiarse de la fidelidad del consumidor y de su apuesta por la calidad diferenciada es fiarse demasiado en un país que se acerca a la recesión.
El vino representa un buen ejemplo. La penetración del embotellado de nuestras bodegas o cooperativas no es tan relevante, pero sí el volumen de granel que compran los envasadores que venden allí, sean franceses o italianos. Aquí sí hay una gran preocupación, como en otras regiones españolas donde la industria del tinto, por ejemplo, ha ido creciendo en este país. ¿Qué ocurrirá si otros como Argentina que tiene la tasa mínima del 10 por ciento, aprovecha la coyuntura para ganar más cuota de mercado?
El caso del aceite de oliva es parecido porque siendo España el proveedor más importante del consumidor norteamericano, cada vez más preocupado por su salud y más vinculado a esta grasa vegetal, tiene frente a él a otros productores mediterráneos como Turquía, con un arancel inferior, aunque no tenga tanta capacidad de abastecimiento.
El queso manchego dice estar más tranquilo porque cuenta un público de renta más alta que podría asumir el sobreprecio que represente el arancel final, y aquí, ciertamente no hay tanta competencia por la exclusiva de la denominación, a no ser que el norteamericano se pase al 'tranchete manchego' de vaca que los mejicanos elaboran y que tantos dolores de cabeza dio al consejo regulador de Valdepeñas para defender nuestra marca frente al fraude por usurpación.
Por lo tanto, ¿qué nos queda ahora? El gobierno de España ha presentado un 'Plan de contingencia' y de relanzamiento comercial con apoyo financiero de créditos ICO y una campaña de promoción para que apostemos por los nuestros en 'el país más rico del mundo'. Y en esa dirección reaccionará Bruselas para potenciar la promoción de nuestras de denominaciones de origen e indicaciones geográficas que, a nivel comunitario son más de 3.626, muchas de ellas protegidas y reconocidas internacionalmente gracias a los acuerdos firmados por la Unión Europea. A veces, la reconquista empieza en casa.