Más allá del juego entre adjetivo y temperaturas, esta semana que se abre es una de las más anheladas del año (al menos para un servidor). A pesar de lo que indiquen los termómetros, los próximos días son un cálido rayo de sol en el gélido calendario de enero, que siempre amenaza con ser el más largo del año por aquello de la cuesta. Unas pequeñas luces de ilusión en el inicio de la A24.
Estamos a martes y por el periscopio de la memoria se atisban fechas muy señaladas. Aunque no aparezcan en rojo, ni sean dignas de libranzas en el almanaque. Mañana, sin ir más lejos, es San Antón. Como es conocido, patrón de los animales y muy honrado en los lares manchegos. Muchos son los pueblos y villas en estas lindes que se enorgullecen de tener una calle, o un barrio, con el nombre del Santo. Esta noche se quemarán hogueras en su honor, y el personal se congregará alrededor en un ritual de fuego y purificación. Lo del gorrinillo de San Antón lo dejamos para otro día, que ya no están los tiempos para dejar animales sueltos, así como así.
San Antón nos recuerda, además, que ha llegado el día para despedir las Pascuas. Definitivamente, y sin octava. Un adiós olvidado en el anuario, pero perenne en la memoria de todos aquellos amantes del refranero castellano, y en los que se incluye el firmante de esta columna.
Se va San Antón el diecisiete, y el veinte nos espera otro gran Santo. Llega San Sebastián, gran fiesta local en algunos pueblos manchegos, como es el caso del conocido como el centro geodésico, frontera entre los pagos de la mancha toledana y la ciudarrealeña.
San Sebastián es muy querido en la Villa 'Prima Ab Origen Nostra' desde lo más remoto de los tiempos. De hecho, es su Patrón. Este sábado, y también casi desde que se inventó el peine, el Santo es llevado a hombros por los mozos y mozas de la quinta que ese año cumplen la mayoría de edad.
Antaño, a San Sebastián lo procesionaban los soldados del pueblo que estaban en filas. Daba igual si servían en Canarias, en las plazas de África o en el Sidi Ifni. Los 20E, y gracias a la gestión del párroco de turno, todos acudían para hacerse una foto con el Santo. Foto que, por supuesto, era venerada en los respectivos álbumes familiares.
San Sebastián tiene en la Villa hasta su Tercio, al que da nombre. Lo forma un puñado de fervorosos incondicionales quienes, a pesar del frío, la lluvia, el granizo o la nieve que suele acompañar ese día, no dudan en rendir honores al Santo a pie firme. Incluso lo hacen rivalizando en marcialidad y musicalidad castrense con los militares que vienen de la capital, año tras año, para honrar la festividad.
San Sebastián también tiene sus refranes. A un servidor le gusta el que recuerda que, llegado el veinte de enero, hay una horita más de luz. 'Lo de echar el ojo' -que también tiene su miga e historia-, lo dejamos mejor para otro año. Si le adelanto, estimado lector, que el lanzamiento ocular se estilaba cuando los mozos y las mozas no tenían Instagram, ni 'First Dates'.
Era amor a primera vista.