Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Idus de mascarillas

05/03/2024

Como aves precursoras, las mascarillas regresan por primavera. Este año sobrevuelan, justicieras, por las portadas de los periódicos y las cabeceras de los informativos de radio y televisión. También sobre las columnas y artículos de opinión, donde las bandadas de mascarillas y mordidas han hecho su nido para no abandonarlo. Unos sustantivos -mascarillas y mordidas-, que desde ahora, volarán siempre unidas en la memoria negra de este país. 
En las tabernas y bares, la migración de las mascarillas hasta llegar a nuestra jeta, ocupa buena parte de las conversaciones de los parroquianos, como corresponde a los grandes temas. Justo donde menos se habla de mascarillas -a diferencia de lo que ocurrió en la pandemia-, es en las farmacias. Curioso, sintomático y significativo.
Hablábamos párrafos arriba de memoria, y vamos a tirar un poco de ella. Es fácil -y duro-, recordar aquellos primeros días de la pandemia. Las mascarillas se convirtieron en el objeto más deseado por cualquier mortal. Cierto es que su escasez y alta demanda, elevaron su precio de forma desorbitada, y se llegaron a pagar a precio de bordado de Lagartera. Pero también es cierto -y deleznable-, la golfería de aquellos que negociaron con ellas para su estratosférico enriquecimiento, a costa de la desgracia humana y colectiva. Cuando mucha gente se estaba muriendo. Presuntamente, y según algunas informaciones, lo hicieron desde círculos y estamentos de mucho poder, al que llegaron enarbolando hipócritamente la bandera de la lucha contra la corrupción. Algunos presumieron de ello, además, desde el púlpito del Congreso.
Necesario y de justicia, es alabar la labor de los compañeros de profesión que estos años han sido denigrados, vilipendiados, degradados, descalificados y desprestigiados por publicar la verdad de lo que ocurrió en la pandemia con las mascarillas. Y lo que quizá sea más increíble: lo fueron por aquellos otros periodistas que se autodenominan entre ellos «compañeros» y «únicos defensores» del periodismo. Sin la valentía y profesionalidad de los primeros, lo que estamos viendo, leyendo y escuchando en los últimos días, no sería posible. Sí, en cambio, estaríamos perdidos por la ceguera, sordera y servilismo sincronizado de los últimos.
El regreso de las mascarillas tiene mucho de justicia poética. Un concepto literario que requiere de tres elementos: castigo para el mal, premio para el bien y victoria de la lógica. Lope de Vega y Calderón de la Barca ya hablaron de este concepto en algunas de sus obras. En sus épocas no había mascarillas, pero seguramente estas grandes plumas vieron -y quizá sufrieron- mordidas y golfos que las practicaban para llenar sus bolsillos de maravedíes y ducados, a cambio de medrar de manera delictiva. Debe ser, por lo tanto, un mal endémico nacional.
Ahora, la justicia poética que se abre en el horizonte, tapará con esas mascarillas la boca de muchos. Especialmente de aquellos que mintieron y delinquieron. Por muchas mascarillas que acumularan, ninguna les valdrá para esconder su cara y su responsabilidad ante la justicia. Poética, o no. 
"César, guárdate de las mascarillas de marzo", debería rezar en una gran lona colgada de algún edificio céntrico y capitalino. La historia está cargada de mascarillas, mordidas…… y de Brutus.