Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


El Gran Circo Cortés

18/09/2024

Antes de la Guerra el Gran Circo Cortés tuvo mucho éxito en las Ferias de Talavera. Don Secundino Cortés, su propietario, había debutado en la ciudad en San Mateo del año 1930 y desde entonces no se perdía una, como si estuviera ofrecido, en esas fechas no aceptaba por nada del mundo otros compromisos. Era don Secundino un hombrón taciturno, renco de la pierna izquierda, que gastaba unos deslumbrantes trajes de chaqueta cruzada y muy malas pulgas, por un quítame allá esas pajas se liaba rápido con el prójimo a bastonazos.

El peso de la empresa circense lo llevaba Francisco Arellano que, además, como resisseur de pista, dirigía las funciones de manera impecable con un acento extremeño-francés muy curioso y digno de estudio filológico. Actuaban en el Gran Circo Cortes los Hermanos Pérez, formidables perchistas murcianos, que ejecutaban un difícil y arriesgado ejercicio escolingados en las alturas, sin red, que los hizo famosos por todo el país: "el Tournillón Humano" lo llamaban; Alfredo Cámara, más conocido como "la Peonza Humana", claro antecedente del break-dance, que estaba, sin duda, muy por delante de su época; la Familia Santarem, extraordinarios equilibristas portugueses de esa ciudad hermana en el Tajo, que cortaban la respiración al respetable con su número "la Escalera de la Muerte". Tres mozos de La Industrial Frigorífica Moya, después de verlos, quisieron imitarlos en el trabajo y se dieron una ostia que casi se matan. Miss Plaxat, diez arrobas largas de mujer con una fuerza dental incomparable, después de varias exhibiciones asombrosas arrastrando pesos, incluida una camioneta Ford cedida por el concesionario de José Mingoranz, agarraba una cuerda con los dientes y retaba a media docena de animales voluntarios de entre el escogido público para que tiraban del otro extremo con toda el alma tratando de arrancarle las quijadas sin conseguirlo; la Troupe Guzmán, elegantes gimnastas, dos caballeros y dos señoritas, ellos bigotudos y forzudos, ellas de extraordinaria donosura y belleza y trajes escuetos; los Polos, trapecistas cómicos, el pequeño se enamoró de una talaverana y aquí se quedó de por vida, tiempo después anduvo con el espectáculo taurino del Tío Caracas por las plazas de toros de España y América; Mary Flonk, saltadora de pértiga olímpica bejarana, los payasos March y Selle -como siempre uno tonto y otro listo- y cerraba la función la enana Marcelina bailando el charlestón.