Terminan las fiestas, pasan los días, los años se suceden pero en Talavera la suciedad persiste, se afinca, vive con los talaveranos en perfecta armonía. ¿En perfecta armonía? No, no creo que por mucho que se sufra, por tiempo que dure la vergonzosa presencia de la mierda, los ciudadanos se acostumbren a ella, a esa plaga maldita e insana; esa presencia apestosa y vergonzante agobiante. Aunque se trata de algo tan recurrente y por desgracia inevitable cuando se toca el «asunto» --«alguien más entendido y mejor escritor que yo escribiría el «tema» de Talavera--, no tengo más remedio que volver por mis pasos, reiterar lo mismo, y repetir otra vez lo que para Talavera y en Talavera se convirtió hace mucho en una especie de 'leimotiv', o como se escriba, esa banda sonora detestable para cualquiera que viva aquí: la basura, suciedad, abandono y descuido de las calles. No lo sé expresar de otra manera.
Aunque suene a exageración, ya se ven por la ciudad a personas que con el transcurso de los días y vivir siempre que andan por la calle con la cabeza agachada y alerta para no pisar alguna de las cacas; sobre todo de perros, aunque no son las de los canes las únicas deposiciones (mierdas) que se ven en las aceras y vías talaveranas.
Aunque tengo muy claro que educar y convencer a una sociedad como la talaverana no se logra con una columna en un periódico, ni con diez mil, por lo menos me daré la pequeña satisfacción de seguir escribiendo de ello mientras pueda por si tal cosa sirve de algo. No lo creo pero no me rindo.
No tengo duda que este indeseable ingrediente en el «ser talaverano» viene dado por una de las características de la ciudad como es su composición heterogénea y foránea, falta de raíces de verdad pertenecientes a características profundas de Talavera si es que existe algo así, algo tan gaseoso, etéreo. 
El Ayuntamiento debe  ocuparse de un tema como este de la situación ambiental de la ciudad, otra cosa es tan inútil como a absurda y estéril. Mediten para qué narices pagamos impuestos en Talavera.