Con el dolor impotente con el que tenemos que contemplar incapaces de hacer algo cómo nos despojan del Tajo, parece que ahora sin comerlo ni beberlo nos toca una parte de las vergonzantes algaradas de los irracionales y abusivos agricultores franceses, esto es, gabachos que se decía en España cuando la francesada de 1808. Sabemos que en los últimos días se han dedicado a asaltar camiones españoles cargados de hortalizas y a esparcir su contenido por el suelo de las carreteras sin ningún obstáculo. Desde luego semejante comportamiento deleznable es frecuente cuando a los «enfants de la patrie» se les cruzan los cables por cualquier motivo y hay por ahí cerca camiones españoles. Creo que les sale gratis y además a las autoridades galas les debe parecer bien. Ante semejante barbarie y salvajismo nuestro queridísimo y eficaz Gobierno no dice esta boca es mía. Ni de nadie, los ministros con el jefe Sánchez a la cabeza tienen asuntos mucho más urgentes, infinitamente más transcendentales como lo de la amnistía. Sobre todo para Pedro. A la vista está.
Como tengo años ya, confieso que esto de los furibundos agricultores gabachos arrasando los camiones cargados de hortalizas y esparciendo sus mercancías no es ninguna novedad, se ve que como a todos los que actúan así de divinamente no les pasa nada como decía, ni les ponen multas ni les obligan a restituir lo destrozado ni nada de nada de nada, lo tomaron por costumbre cada vez que se levantan con el pie cambiado. Y eso nos duele mucho. No sólo a quienes ponen las matas de tomates y pimientos sino a quienes aportamos el agua para su cultivo. Además por narices. Si queremos como si no, es la famosa ley de trasvases que nos toca cumplir a rajatabla. En Murcia se han cansado de decir hasta la náusea que ellos son «la huerta de Europa». Muy bien ahora están comprobando el respeto que semejante título merece a sus colegas franceses que creen que cualquier conflicto que tienen les llega de España.
Para ser honrado debo decir que no entiendo mucho de macroeconomías y demás temas impenetrables para la gente del común, pero hace tiempo que sé que a pesar de aranceles, subvenciones, favores y tributos puestos a la producciones hortícolas de los huertos foráneos de Francia, la rentabilidad de la huerta francesa es inviable se pongan los agricultores del país como se pongan y destrocen lo que les dé la gana.
Al final todo queda en el trabajo de unos agricultores, los españoles, humillado, infravalorado y tirado por el suelo y unos medios: trabajo, esfuerzo, semillas, agua, burlados y ridiculizados
Quizá esos agricultores franceses hablen alguna vez de la dignidad del trabajo y tal.