Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Bernabé, el chupaligas

19/06/2024

Para Bernabé Mencías, el Chupaligas, aquel verano de 1952 fue de los que no se olvidan. Primero porque se compró una radio.
-No te creas que las había en todas las casas como ahora –asegura echándose la gorra hacia atrás-. «Contás», en Talavera estaban «contás». ¡Pero yo le tenía unas ganas! Resulta que una tarde al pasar por en «ca» Venancio García Salinas, en la calle Prado, vi una propaganda en el escaparate que decía: «Su felicidad exige un Philips Variedad». ¡Coño…! Y aquello me llegó al alma… Entré y me llevé una a plazos. Recuerdo hasta el modelo de memoria: BE -514- A. Lo último. Ya ves tú el dinero que nos sobraba… ¡Con decirte que mi mujer y mi suegra – que eran dos santas- casi me echan de casa! 
Segundo porque en julio, Miguelito Alía, el Lucero, se quedó pegado en el transformador de la luz de la Portiña de San Miguel.
-¡Joder! Que yo me encontré sin querer con todo el baile –mueve la cabeza arriba y abajo despacio-. Babeaba como un perro rabioso y temblaba como una vara verde. Menudo susto nos arreó… Cuando cortaron la corriente con la pértiga menudo talegazo pego encima del «tejao», talmente como una perdiz muerta. ¡La hostia fue morrocotuda! Fue volviendo en sí poco a poco. Llamaba entre dientes a su madre y decía «bolás». Yo creo que después de aquello no volvió a ser el mismo… quedó como un poco «parao». 
Y tercero, porque Jesús Martín, el de Tía Eulalia, a finales de agosto se comió de una sentada en la Montearagueña ciento veinticinco «almóndigas».
-Ya serían menos – dudo.
- ¡Como lo oyes! ¡Ciento veinticinco y de buen tamaño! ¡La madre que lo parió! Se las pusieron en un barreño de los de la matanza. Yo pensé: éste no tiene huevos…-le da una risa ronca que termina en tos-. Se sentó como un señor, servilleta, tenedor… y ¡pin pan, morena! Una detrás de otra y traguitos de  vino con sifón. Cuando se apretó la última tuvo los santos cojones de mojar en la salsa unos canteritos de pan..., ¡si no lo veo no lo creo! No pienses que era muy grande, medio «peo» –levanta la mano para señalar en el aire la estatura-. Pero el «jodío» tragaba como una mula trujillana.