Siempre hemos oído la expresión de París, bien vale una misa. Pues bien, cambio el título y escribo, Ruidera, bien vale un viaje No pretendo establecer un paralelismo entre las dos expresiones, pues no van por ahí los tiros. Siendo más exactos debería anteponer el sustantivo lagunas. O lo que es lo mismo, lagunas de Ruidera. Sí, ese lugar paradisiaco declarado Parque Natural en 1979, que tiene tres hectáreas de extensión, afecta a seis municipios de Ciudad Real y Albacete y que consta de 15 lagunas, casi todas distintas en cuanto a extensión y profundidad. Un espacio donde se mezcla el bosque, los saltos de agua y formaciones geológicas.
Distan de la capital regional 180 kilómetros y se tarda en llegar casi dos horas. En principio hay que tomar la autovía de Los Viñedos, salirse en dirección Tomelloso, circular unos cuantos kilómetros también por la autovía de Levante hasta llegar al cruce de Argamasilla de Alba, cuna de políticos famosos contemporáneos como Cayo Lara y José Valverde Serrano. De ahí a Ruidera, unos 35 kilómetros más por carretera con cierto número de curvas, pero bien señalizado y con bellas estampas campestres. Antes de llegar al lugar de destino podemos detenernos en el embalse de Peñarroya, con su castillo y el centro de interpretación. También nos viene bien para estirar las piernas y ver el paisaje que se va ofreciendo ante nosotros.
Al llegar a la población de Ruidera, es obligado comprobar cómo viene de agua el Hundimiento; salto de agua con un chorro perenne, estén las lagunas más o menos copiosas, donde a nadie le pasa inadvertido el hacerse la fotografía de rigor. Recientemente han arreglado el lugar dotándolo de pasarelas y pasillos y suprimiendo algunos escalones para beneficio de las personas con movilidad reducida.
Y adentrándonos en las grandes lagunas del Rey y Colgada llegamos a la Lengua, impracticable su acceso y prohibido al baño, con sus aguas azul turquesa, como todas y donde en el restaurante existente y por un módico precio se puede degustar platos a la carta o típicos de la región. Son las dos o tres lagunas donde más se baña la gente con la posibilidad de alquilar barcas de pedal, tostarse al sol y salir con agujetas después de un tiempo de pedaleo. En su arboleda de chopos podemos echarnos incluso una siestecita siempre que tengamos la suerte de que no nos toque cerca algún grupo de jóvenes escandalosos con la música a todo trapo.
Un paseo por las cercanías del camping adentrándonos en la laguna de San Pedro, asfaltado en su mayoría, nos permitirá ver un riachuelo y un pequeño embalse con presa, un remanso de agua para disfrutar sin mucha profundidad de agua. Es una zona donde ya bastantes personas no llegan y donde se han abierto en los últimos años varios restaurantes y no es fácil comer un fin de semana si antes no hemos reservado.
En fin, que las Lagunas de Ruidera bien merecen un viaje, aunque sea una o dos veces al año o al menos conocerlas. Para un servidor significa el preludio del mar y del verano donde puede disfrutarse de sol, agua, paz, tranquilidad y belleza y si a usted le gusta el senderismo también lo encontrará. Ah, no olvide visitar la cueva de Montesinos, previa cita.