En alguna de sus conferencias sobre el lenguaje, el periodista Alex Grijelmo comenta el 'efecto dominó' en el uso de palabras que han ido sustituyéndose unas a otras para definir ciertas realidades, intentando adecuarse a los cambios de mentalidad que se suceden en el tiempo. Así, por ejemplo, cita evoluciones como 'países pobres-países subdesarrollados-países del Tercer Mundo-países en vías de desarrollo' o 'mongólico-subnormal-deficiente psíquico-discapacitado psíquico'. Si en 1981 no nos escandalizaban titulares como 'El Plan de prevención de la subnormalidad empieza con tres años de retraso' ('El País'), hoy serían impublicables.
Definida por la RAE como 'persona que tiene un capacidad intelectual notablemente inferior a la considerada normal', 'subnormal' conlleva en su uso una inequívoca carga peyorativa, habiéndose convertido en el cuarto insulto más utilizado en España tras 'gilipollas', 'imbécil' y 'cabrón', según un estudio realizado por lingüistas de las universidades Nebrija y de Alicante. Desde hace años, las familias de personas afectadas por el síndrome de Down, u otros, solicitan a la Academia que ese sentido ofensivo sea reconocido sin ambages en su diccionario, porque ¿quién y cómo delimitar esa 'normalidad' aludida?
Hace unos días, bicheando por las redes sociales, di con este tuit: «qué ganas de que lleguen las elecciones para que se vaya esta panda de subnormales y llegue otra nueva panda de subnormales». Lo había subido un provocador tuitero enmascarado bajo el perfil 'McEnroe', con miles de seguidores y que firma 'lindezas' como «me he fumado un porro y voy a pasar la noche escuchando cómo me crece el pelo» o «un valenciano nuevo récord Guinnes con 127 masturbaciones en 24 horas». Comprobé, además, que tan 'sesudo' alegato había sido retuiteado por una columnista de estas páginas y activa propagandista de 'Primero Toledo'. Me llamó la atención, pues no sé si compartiendo en su Twitter tal improperio también estaba ella llamando 'subnormales' a quienes conforman la candidatura de su agrupación de electores y otras concurrentes al 28-M. Y aunque es frecuente que en estos días algunos carguen contra los adversarios políticos o expresen su hastío por la catarata de propuestas presentadas, hay expresiones tan inaceptables que nunca deben ser utilizadas. En campaña no todo vale.