El 3 de enero de 2024, a eso de las nueve de la mañana, me cogieron el teléfono en el centro de salud de Palomarejos. Yo iba por la calle, muerta de frío y hasta me quité un guante para evitar que se cortara la comunicación. No podía creer que mi decisión de vacunarme contra la gripe, ante los malos augurios de esos responsables sanitarios que se fueron tan campantes de vacaciones, fuera así de fácil. Ilusa de mí.
A lo que iba: a esa llamada me contestó una señora, quien me aclaró que sólo había una fecha posible para recibir el pinchazo solicitado: el 8 de enero. La cosa se empezó a torcer: ese preciso día volvía de viaje y me resultaba imposible. Ella insistió: sólo puede ser el 8 de enero. Y dale. Hasta que ya, hartita, opté por despedirme de la mujer en cuestión y probar fortuna por internet. Qué pena me doy a veces. El 8 de enero por la tarde fue mi primer intento. Respiré hondo y entré en la página del Sescam tranquilamente, pero con la certeza de que, en algún momento, iba a chocar contra la cruda realidad. Y así fue. Cuando marqué la casilla de cita para la vacuna, la paginita me dijo que no podía pedirla a través de internet, pese a que había un apartado concreto para pedirla a través de internet. No desfallecí y solicité, en la web, cita presencial con la enfermera. Entonces empezó a girar esa rueda que nunca se sabe cuándo va a acabar. Y siguió.
Al día siguiente retomé la tarea de conseguir la puñetera cita, perdonen, queridos lectores, pero lo vivo. Cuando la rueda dejó de girar, el mensajito era claro: no había posibilidad de conseguir cita presencial con la enfermera. Sólo telefónica. Y pedí esa teleconsulta, porque si la ministra de Sanidad dice que nosotros mismos nos podemos dar de baja, una piensa que incluso será capaz de autoadministrarse la vacuna. Total, qué más les da a los señores y señoras del ministerio, de la consejería de Sanidad, del Sescam, o del centro de salud de Palomarejos, que no será por falta de organismos.
Y ustedes dirán: ¿por qué no pediste, me pueden tutear, otra vez cita telefónica? Lo intenté: llamé doce veces, por eso de poner límite a mi afán con una cifra representativa. Nadie me respondió. Es más, en plena desesperación, opté por comunicarme con el teléfono de atención gratuita del Sescam, el 900 25 25 25. Una locución grabada me informó que el horario era de ocho a tres. ¿Les suena? Eras las cuatro y media. Ya había perdido mi oportunidad.
Pero si algo tenemos los del Atleti es que nunca nos rendimos. Y en esas estaba cuando me lié la manta a la cabeza, es un decir, y me planté en el centro de salud de Palomarejos. Me puse a la cola, larga, mientras una sola persona atendía las demandas de los pacientes. Esa auxiliar me facilitó la ansiada cita. No le di un abrazo porque había una mampara en medio. Al salir, me fijé en ese cartel que anima a pedir la cita por internet o telefónica para evitar desplazamientos innecesarios. De los mismos que aseguran que los hospitales no están colapsados. Vaya apaños.