Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Semana de Corpus

29/05/2024

Toledo, un año más, se ha vestido de fiesta, se ha engalanado para celebrar su día grande, el Corpus Christi, en ese jueves «que relumbra más que el sol». Una festividad que forma parte del alma más honda de nuestra ciudad, que congrega a toledanos y forasteros en una manifestación única de fe, devoción, arte, cultura, costumbre y tradición. Un día que los TTV vivimos evocando recuerdos de la niñez y que nos sigue deslumbrando y encantando, como sorprende y anonada a quien, por primera vez, se acerca a la Roma hispana a compartir con nosotros el esplendor barroco de la procesión.
Una fiesta que, sin embargo, a pesar de su relevancia, corre el riesgo de caer en la rutina, llevada por una inercia que, a la larga, es esterilizante. Porque podemos, quienes creemos en esa presencia real de Cristo en la Eucaristía, quedarnos en el mero folclore, sin ahondar en el Misterio del Dios oculto en el pan –a veces pienso que si la custodia de Arfe fuera vacía, daría casi lo mismo-. Porque quienes, desde las responsabilidades civiles, tienen la obligación de guardar este tesoro inmaterial, que debería ser declarado Patrimonio de la Humanidad, pueden pensar que ya está todo hecho, cuando, en realidad, año tras año habría que esforzarse en mejorar. Y para ello, son importantes los detalles.
Entre estos detalles, señalo algunos. No es de recibo que una Fiesta de Interés Turístico Internacional venga padeciendo un programa oficial en el que la mitad del espacio lo llenan los anuncios. Porque no es presentable que en estos anuncios se «cuelen» tres de supuestas videntes –alguien debería dar explicaciones por ello-. Porque la decoración, esplendida gracias al esfuerzo de tantas personas y entidades –especialmente los floristas- es todavía mejorable, empezando por lo urgente de restaurar muchos reposteros.
Es necesario plantear la fiesta del Corpus, en su dimensión material, con más ambición. Hace unos días podíamos ver imágenes de las arquitecturas efímeras –algo tan del Barroco en el que se desarrolló la fiesta tras el Concilio de Trento- que engalanaban la ciudad. ¿Tan difícil es recuperarlas? O los altares, que algún año se pusieron y que, aunque no sean algo propio de Toledo, como sí de Sevilla o Granada, ¿no ayudarían a enriquecer una tradición viva, que debe ser dinámica y creativa? ¿No se podía plantear una Semana de Teatro Religioso de alto nivel que recuperara la gran tradición de los autos sacramentales con los que nuestros clásicos, como Calderón –no Vicente, sino Pedro-, profundizaron en el sentido de la fiesta? ¿Se puede recibir a los cientos de visitantes que llegan estos días con las casetas del mercadillo de Navidad obstruyendo una de las joyas arquitectónicas de la ciudad?
Nos queda aún mucho por hacer, para seguir dando esplendor a nuestra semana grande. Pero entretanto, disfruten esta noche de la belleza de las calles adornadas.  
Y ¡feliz día del Corpus Christi!