Que gracias a la Revolución Francesa pasáramos de súbditos a ciudadanos, fue un gran avance en los derechos del hombre a finales del Siglo XVIII. El proceso de cambio que supuso pasar del 'Ancien Régime' a los sistemas que se empezaron a implantar a lo largo del siglo XIX, permitió que hubiera más oportunidades para ascender en la escala social. En España nos quedamos retrasados respecto a otros países debido a personajes como Fernando VII, las guerras carlistas y demás situaciones que no se fueron superando fácilmente. Con los Planes de Desarrollo de la década de los sesenta del pasado siglo, que supusieron un avance importante de la economía española y con el progreso experimentado desde la muerte de Franco, España se ha situado en una posición extraordinaria. Comparar la sociedad española de hoy en día con la de 1970, demuestra el progreso alcanzado en todos los ámbitos, a pesar de los errores cometidos y de los que se están cometiendo. Pero de aquellos ciudadanos resultantes de la Revolución Francesa, aun siendo mucho lo que queda, tenemos una serie de condicionantes que limitan nuestros derechos de forma increíble. Lo experimentamos si queremos tener una cita previa con la administración, o si queremos resolver un problema con un proveedor de telefonía o energía eléctrica y nos enfrentamos a un robot que nos responde al otro lado de la línea telefónica. Es en este caso cuando nos damos cuenta hasta que extremo carecemos de derechos y nos hemos convertido en meros consumidores que firmamos contratos de adhesión. Y no digamos si con quién debemos resolver algún problema es con la Administración en cualquiera de sus niveles. Aquí tenemos para todo, interlocutores que son amables y buenos profesionales que procuran resolver tus problemas, pero también interlocutores que encuentran un problema para cada solución. Y no digamos si tu interlocutor es el ordenador de la Agencia Tributaria, entonces ya debes de reconocer que eres un contribuyente culpable mientras no demuestres lo contrario. Estoy encantado de ser un ciudadano español del siglo XXI, pero debo reconocer que, para algunas administraciones y empresas, no dejamos de ser meros consumidores y contribuyentes sujetos a obligaciones y con pocos o ningún derecho. ¿Para cuándo una nueva Revolución que, si cumplimos con nuestras obligaciones, nos devuelva todos nuestros derechos?