Quienes me conocen, saben que he vivido un par de meses intensos, absorbentes, ante un proyecto que consideraba muy acertado para mi ciudad: Primero Toledo. Me he abstenido de utilizar esta columna para promocionar esta agrupación de electores que un grupo de personas hemos apoyado, desde diversas posiciones, de forma altruista, voluntaria, guiadas por la ilusión que te lleva a tener fe en que puedes cambiar aquello que no funciona.
Ese proyecto, que, por un puñado de votos, ahora no ha sido posible, tiene el nombre de un valiente: Julio Comendador. No sé si le gustará que revele algunos de los entresijos de esta iniciativa, pero como yo estoy a acostumbrada a jugármela, lo voy a hacer. Porque es de justicia.
En 2019, Julio fue elegido concejal del Ayuntamiento de Toledo como número 3 de la lista de Ciudadanos. Sus propios compañeros concejales le votaron para ser su representante en la Diputación. Y ahí comenzó una estrecha colaboración, un camino apasionante, en el que sacamos a relucir las vergüenzas de una institución que durante demasiado tiempo ha permanecido anquilosada y al albur de los caprichos de sucesivos gobiernos. Levantamos las alfombras y demostramos que la política siempre ha de conservar su esencia de servicio público. Y sus representantes sólo son válidos si ejercen esa responsabilidad. Julio lo hizo.
No quiero, ni debo, ahondar en motivos personales, pero la decisión de formar una agrupación de electores, compuesta por personas independientes, profesionales y apasionadas de Toledo, nunca tuvo que ver con esa idea de "huir de un barco" que, esos mismos que criticaban, habían contribuido a hundir.
Julio fue capaz de transmitir ilusión, fuerza, entusiasmo y esa capacidad de trabajo que él desprende, a un excepcional grupo de toledanos, que se implicó hasta límites insospechados, invirtiendo su tiempo, su dinero, sus espacios personales, en apoyo de un proyecto que sólo beneficiaba a Toledo. La defensa del Tajo, del patrimonio, de un Casco con vida, de una ciudad verde, plagada de cultura en sus barrios, fue calando entre quienes conocían la iniciativa de unos soñadores, dispuestos, ante todo, a cambiar desde abajo lo que no funcionaba. A disentir de un gobierno que se había convertido en un órgano que actuaba de espaldas a los vecinos, generando un ambiente tóxico hacia todo aquel que se atreviera a expresarse con libertad.
Vino la campaña de recogida de firmas en nuestra carpa amarilla, la alegría de haberlas conseguido, de lograr el aval de esos 2.589 toledanos que permitieron que el 28 de mayo una papeleta de la agrupación estuviera en las urnas de las municipales. ¿Qué pasó? No llegamos a ese 5% necesario para alcanzar representación en el Ayuntamiento. Por poco. Tal vez fue falta de tiempo, no sé.
Lo cierto es que en estos días tristes, muy tristes, hemos dado las gracias a los toledanos que apoyaron este proyecto, pero yo quiero también dar las gracias a Julio, un hombre honesto y cabal, por elegirme para trabajar a su lado, y a ese equipo, sobre todo a mi querido Edu, que nos ha acompañado en esta aventura apasionante. Toledo tendrá otros gobernantes. Espero que la ciudad mejore, seguro, y que Julio Comendador, que ahora regresa a ejercer como ingeniero, no tire la toalla, que es del Atleti, y, tras este paréntesis, vuelva con fuerza. Toledo le necesita. Y eso es lo primero.