Quería escribir sobre una zalagarda del Ayuntamiento de Talavera que suele actuar con idéntico sentido de la oportunidad y equilibrio que míster Bean. Esperaré mientras me aseguro de ciertas cosas. Aunque el asunto tiene enjundia no me apuro ya que si algo no faltan son cuestiones sobre las que escribir.
Me parece muy extraño que algo que a mi entender es fundamental, haya pasado sin pena ni gloria y sin provocar la discusión que debió ocasionar en la sociedad española algo tan básico y lesivo para el carácter democrático y libre en la vida normal de una sociedad independiente como pretende ser la nuestra. Naturalmente me refiero a la incomprensible ley que señala el odio como delito. Creo que una cosa así echa por tierra cualquier pretensión de libertad y arrasa con la idea de independencia de cada ciudadano y la consideración como hombre mayor de edad responsable de sus actos. ¿Quién ha decretado que yo no sea responsable de mis actos, de odiar lo que considere odioso y amar lo que yo quiera? ¿es que los señores gobernantes me van a decir qué debo o no debo odiar? Cómo pueden haber llegado a tal punto de injerencia en las vidas ajenas como para decidir lo que debo sentir o no. Inconcebible que alguien del Gobierno decida que cometo un delito por odiar. Eso sin contar que odio y amor están cerca a pesar de la paradoja y si se atreven a sancionar qué puedo odiar, están a un paso de imponerme qué debo o no amar. Desde hace mucho tiempo decidí que odio la pena de muerte porque no creo que ningún humano pueda quitar la vida a otro humano, ni para cumplir sentencias, ni en guerra ninguna, en consecuencia odio la pena de muerte y odio las guerras. Las odio y no lo puedo escribir más claro. No es la primera vez que manifiesto que no me considero feminista, pero odio con todas mis fuerzas los crímenes que dicen que produce el machismo. Los odio lo mismo que a ciertos periódicos, algunas emisoras, anuncios, periodistas, actores y si me apuran equipos de fútbol. Mi opción es no escuchar esa radio, no leer tal periódico, cambiar de emisora o no seguir al club de fútbol detestado. Una religión o ciertas sectas se arrogan la potestad de ordenar a sus creyentes lo que pueden amar y las cosas que están obligados a odiar, pero un gobierno no puede entrar jamás en terrenos semejantes a no ser que se trate de un gobierno rebosante de prepotencia y desprecio a la integridad de sus ciudadanos como ocurre con regímenes comunistas o totalitarios lo que viene a ser lo mismo. Odio el trasvase del Tajo y a los políticos que mienten pensando que lo hacen a gente boba e ignorante mientras que ellos pueden hacer lo que les da la gana porque se creen superiores,
Como leen son bastantes cosas las que odio y lo acabo de escribir para que se sepa y no haya duda, Ahora soló me falta esperar a que me denuncie y me juzguen por tanto delito de odio y convertirme en lo que al parecer soy: un verdadero delincuente.