Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Nuestros dramas

08/02/2024

Dice una encuesta del CIS que sólo el 16% de los jóvenes entre 18 y 29 años está emancipado en España, frente al casi 32% que vive por su cuenta en el resto de países de la Unión Europea. Ante estas cifras tan dispares, yo distinguiría dos grandes grupos: aquellos que quieren volar del nido, pero no pueden, y, otro, el de quienes deciden alargar su estancia en el hogar familiar, convertidos en eternos adolescentes. 
En cualquier caso, es obvio que los gobiernos han errado ante un colectivo tradicionalmente mimado por los adultos. Nuestros jóvenes, nuestros tesoros, se han perdido entre un mar de dudas, donde los valores se han diluido en una sociedad en la que no se premia el tesón y el esfuerzo, sino el saberse mover entre bambalinas, aunque falte talento para realizar la más sencilla pirueta.
Así pues, muchos contemplan, decepcionados, cómo algunos de sus coetáneos se hacen fuertes al arrullo del poder, sin más mérito que usar aplaudir a quien, en cada caso, lo requiere, aunque no lo merezca. Ejemplos tenemos a montones, aunque líbreme Dios de citar a esas personas que no resistirían un minuto fuera del abrazo de papá Estado.
Así pues, los chicos que se esfuerzan, que desean buscarse la vida por su capacidad, sucumben frente a la mediocridad de un sistema en el que todo vale y cuyos resultados demuestran que las generaciones que más se han preparado en la historia de España no son las que más conocimientos atesoran. Que Pedro Sánchez proponga mejorar la comprensión lectora y las matemáticas, materias básicas en las que fallan demasiados alumnos, no es sino un reconocimiento de un sistema educativo basado en continuos disparates, con leyes que se cambian en función del gobierno de turno, atendiendo más a cuestiones ideológicas que académicas.
Esta explosión de universitarios ha traído aparejada consecuencias alarmantes: nos estamos quedando sin especialistas en oficios de toda la vida. La formación profesional no ha sabido dar respuesta a una sociedad en la que, sí, se demandan expertos en tecnología, pero en la que si se nos estropea un grifo o se nos va la luz, un informático no nos resolverá ese pequeño gran desastre. 
Es cierto que los jóvenes lo tienen complicado, pero, creedme chicos, vuestros padres tampoco lo tuvieron fácil: se buscaron la vida para compatibilizar trabajo y estudios, con salarios de risa, y se compraron su primera vivienda, si es que llegaron a adquirirla, cuando llevaban unos años ahorrando para la entrada de un piso. Y se hipotecaron durante décadas para abonar el resto. Y qué decir de vuestros abuelos, que sacaron familias numerosas adelante, en plena posguerra. 
Entiendo que para vosotros todo sea un drama, pero cada uno vive el suyo. Cierto es que los alquileres se han disparado, a la vez que las administraciones han dejado de lado las viviendas de promoción oficial, esas que ofrecieron soluciones habitacionales a miles de familias hace unas décadas. Pero eso afecta tanto a los jóvenes como a ese colectivo de adultos que,  por circunstancias de la vida, ha quedado excluido del mercado de trabajo. Con mucha experiencia y poco futuro. Al contrario que vosotros. Disfrutad de la vida, y luchad ante las adversidades, que ya dijo el poeta que la juventud es el tesoro más preciado. Y más efímero.