Las muchas-muchísimas diferencias entre aquel Barça y este (sí, todos sabemos cuál era 'aquél') es que ya nadie se queda la pelota. Aprendimos, o algo así, qué era «defender con balón», y consistía en negarle la posesión al adversario. Si te hacían el primer gol, estabas muerto. ¿Quienes? Aquellos chicos pequeñitos, ágiles de mente y de pies, creadores incansables de triángulos en los que siempre te pillaban en medio, hacedores de ronditos sobre la cancha, pasar y moverse al espacio, genios del toque y de la desaparición, bomba ninja, ¿dónde se meten y cómo demonios lo hacen? «Aquel fútbol no tendría cabida hoy en día», afirman. Por supuesto que lo tendría… si lo volviesen a hacer Iniesta, Messi, Busquets, Cesc, Henry y Xavi. Xavi, precisamente él, está en el banquillo de 'este' Barça y sufre porque, ay, ya nadie se queda la pelota.
La incapacidad del equipo para cerrar los partidos es palmaria. Le cuesta mucho llegar al 1-0 pero aún más conservarlo. Ya no hay nadie que pare las cosas antes de que sucedan, como Busquets; ya no hay nadie que se anticipe y eche el pecho hacia adelante y no el culo hacia atrás, como Puyol… pero lo que no hay son jugadores que 'la tengan'.
Al equipo culé le han hecho mucho daño su esclavitud al estilo «innegociable» (hace tiempo comenzaron las negociaciones, lo sabemos), su eterno pesimismo y su melancólica nostalgia, pero también factores ambientales y meramente deportivos: si te faltan tus dos mejores peloteros (De Jong y Pedri), si el técnico siempre cambia al que mejor se mueve porque es el más fácil de cambiar (Fermín), si otros de esos peloteros tienen la sangre helada (Joao Felix) y sólo funcionan a pinceladas, ¿quién le niega la pelota a un rival enrabietado, intenso y convencido de que cualquier pequeña cosita hace daño a este equipo tan endeble?