La joven cuidadora en prácticas que grabó con su móvil las sevicias que una empleada de la guardería de Torrejón estaba propinando a una de las bebés a su cargo, ¿debió socorrer a la niña antes que filmar cómo la estaban maltratando, por mucho que esa grabación haya servido después para desvelar la realidad de esa guardería siniestra?
Se trata, ciertamente, de un dilema moral, pero éste caso podría relacionarse también con alguno de los efectos del uso desatentado, para todo, del llamado teléfono móvil, que ya no es un teléfono, sino, para el usuario, una especie de sustituto o suplantador de la realidad tangible, inmovilizándole frente a ella. Es seguro que, si la joven en prácticas activó su dispositivo por considerar digno de ser filmado lo que sucedía, lo percibiría como intolerable, pero filmándolo, y no interponiéndose físicamente entre la agresora y su pequeña y desvalida víctima, lo toleró. Estaba de su mano hacerlo, pero lo que había en su mano era un celular.
No se puede inferir de eso cobardía o indiferencia en la muchacha, pero sí, tal vez, ignorancia de la necesidad de actuar ante una situación real de semejante naturaleza, o incapacidad para ello. Grabar no es actuar, y la bebé a la que una indeseable trataba con violencia, zarandeándola, provocando que chocara su cabecita contra la pared, introduciéndole a la fuerza la cuchara en la boca, haciéndole llorar y gemir de dolor, esa bebé, digo, estaba a unos pocos metros de ella. ¿Qué fuerza paralizadora la atenazó para que, en puridad, no hiciera nada? Según ha contado, llevaba tres días allí observando lo mismo, la misma violencia hacia los críos desde el primer momento, y al tercero quiso denunciarlo mediante su cámara, pero también podría haber evitado desde el primero el daño de la víctima, a resguardo de ir a denunciarlo después o de grabar y actuar simultáneamente.
Dicho ésto, es de agradecer a la joven en prácticas que su grabación haya servido, al cabo, para poner coto a los abusos de esa guardería, que servirá para que sus pequeñas víctimas no sigan acumulando traumas y moratones, pero habrá que recordar que ante la agresión a un bebé, mejor socorrerle que grabarle.