Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Comercio, clima y geopolítica

07/10/2024

La escalada bélica en Oriente Próximo amenaza de nuevo con desestabilizar la economía. En esta zona, la sensibilidad de cualquier ataque tiene repercusiones mundiales -por ejemplo- en el petróleo, lo que acaba impactando también en la cadena de suministros, en la logística, y en el sistema de intercambios. El agricultor ya lo comprobó otras veces con los insumos y el abastecimiento de materias primas o bienes de primera necesidad.
Antes de que los ataques de Israel en el Líbano. -primero en Gaza- alcanzaran la dimensión de estos días, los fondos de inversión y los grandes capitales ya empezaban a tomar posiciones. Al final, la agroalimentación es un valor seguro, un refugio, como se ha visto tantas veces según iban sucediéndose otros movimientos en el tablero de la geopolítica dirigidos a consolidar posiciones de liderazgo, o simples estrategias de autoabastecimiento de cereal como ha hecho China estas últimas campañas.
En este sentido, las protestas que han protagonizado recientemente las bases de organizaciones agrarias como Unión de Uniones en el puerto de Santander, antes a las puertas de la sede de la Comisión Europea en Madrid, así como el anuncio de las que llevará a cabo Asaja a finales de noviembre, evidencian de alguna manera la debilidad de los agricultores ante un sistema globalizado cada vez más difícil de controlar.
Si a eso le sumamos la necesidad que tiene España de importar para abastecer a la cabaña ganadera por ser deficitarios en la producción de grano, (también a las harineras y a otras fábricas alimentarias), las quejas difícilmente acabarán en ninguna mesa ya que el clima también tendrá la última palabra. Cierto es que con la política arancelaria se pueden controlar los flujos, también a través de los acuerdos preferenciales firmados por la UE con países como Ucrania que finalmente han incluido cláusulas de salvaguardia para proteger los mercados comunitarios de interior. Estás "opas" aseguran que no se cumplen esas condiciones, a la vista de la volatilidad de estas materias primas.
En el último consejo de ministros de agricultura de la Unión Europea (el pasado 23 de septiembre), Luis Planas dijo comprender el lamento del agricultor, aunque recordó la imposibilidad de poner puertas en los puertos ni a los barcos. Este año, por ejemplo, España habrá producido -tras cosechar todo el maíz y el girasol-, unos 21 millones de toneladas de estas materias primas, cuando las necesidades internas se acercan a los 36 millones.
Por tanto, ¿dónde está el problema y cómo atajarlo o evitar que los precios internacionales con los que llegan esos cargueros de otras latitudes acaben arrastrando al mercado interior?.
Si tenemos presente que las cotizaciones de referencia no se fijan en ninguna lonja de ninguna provincia, y sí en la bolsa de Chicago o de Fráncfort, ¿qué peso puede tener cualquier agricultor de Albacete, Cuenca, Membrilla, Torrijos o del corredor del Henares en Guadalajara para defenderse de esas presiones bajistas que limitan su rentabilidad? ¿No convendría introducir en las asambleas otros argumentos y razonamientos?
Las cooperativas cerealistas vienen haciendo pedagogía para acabar con la debilidad de un sector que, según algunos gerentes experimentados, sigue haciendo la guerra por su cuenta. En los momentos de mayor Inestabilidad comercial se retiene mercancía y se sale a vender con cierto pánico si se avecina una fuerte caía de precios o cambio de tendencia que agudiza el hundimiento.
Esas reacciones compulsivas destapan la poca organización para gloria de los especuladores que solo tomarán en serio la negociación cuando en frente suya haya un grupo fuerte que maneje volúmenes importantes y no cierre operaciones a golpe de maquila. En la región ya hay varias integraciones trabajando, y no parece que tengan malos resultados.