Ni el PP ha sabido nunca cómo quiere envejecer con VOX, ni el PSOE ha podido conciliar sin sobresaltos con Podemos. Que hayan gobernado juntos ha sido algo circunstancial y a la vez traumático. Un matrimonio de conveniencia en el que lo de ponerse los cuernos mutuamente era la anécdota. Una relación inestable antes de empezar siquiera el ronroneo. Sánchez se lo auto advirtió: «No dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno». Y acabó encamado, aunque la coyunda se le siga indigestando a una buena parte de los españoles. Aquí el que mejor lo hizo para sus intereses fue Page: primero les metió en el Gobierno y después les hizo desaparecer previa absorción, asumiendo el riesgo de que, a partir de ahí, sólo con mayoría absoluta podría gobernar. Y así fue y ha seguido siendo porque la jugada ganadora ha cumplido su guion.
Mientras el centro derecha se aclara, en la izquierda se intensifican los navajeos. «Brillos mortales despuntan al alba. Sangres que tiñen de malva al amanecer». Y no por una mujer, como en la canción de Mecano. No es por lo de Errejón, que tiene la peor de las pintas y los suyos le estén señalando sin miramientos. En este caso, el menudeo es por una cuestión de supervivencia. En política, cuanto más débil se ve al socio -que es más adversario que el supuesto enemigo- más escaramuzas se practican. Si se necesitan mutuamente, la sangre no suele llegar al río, pero siempre quedan pelos en la gatera.
Comprobada la creciente debilidad parlamentaria de Sánchez y la mimetización de Sumar con el PSOE, Podemos ha decidido pasar al ataque. Las primeras balas son de fogueo y cogerán las armas de verdad en cuanto vean la oportunidad de morder. No les quedan mucha munición, pero es eso o, directamente, su desaparición después de caer en la irrelevancia. Las primeras balas de mentirijillas las dispararon el fin de semana modo condiciones a Sánchez para seguir dándole sus votos, que son muy pocos -cuatro contados- pero necesarios e imprescindibles para sacar adelante los presupuestos: o el Gobierno rompe con Israel y baja por ley los alquileres o la guerra queda declarada. Lo primero, el PSOE lo puede sortear con alguna declaración buenista completamente vacía. En lo segundo, han decidido entrar en el cuerpo a cuerpo. Y ha sido la propia ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, señalada por la izquierda radical quien ha decido jugar: «Mis propiedades no valen la mitad del chalet de Galapagar». Y mentar el casoplón de Iglesias y Montero son palabras de trazo muy grueso para la guardia pretoriana de los mandamases de Podemos. Qué atrevimiento el de la ministra. Otra ultra derechista camuflada. Qué se habrá creído la de Abenójar.
Decir que a Sánchez le espera una legislatura convulsa es tan simple como asegurar que mañana va a salir el sol. El problema no es la viabilidad de la legislatura o cuánto va a permanecer el Gobierno. Mientras siga en la cuerda floja, bien por los separatistas bien por aquellos que se resisten en caer en la nada, lo sufriremos todos los españoles. Esa es la clave. Y lo de Errejón es sólo un indicio de lo que puede venir en tiempos revueltos. Un todos contra todos y contra todo. Fuego amigo, en este caso, cargado de argumentos y razones ante comportamientos sucios e impropios. Una voladura más preparada por los suyos. O las suyas. O los suyes. Por eso ahora y no antes, que el runrún no es nuevo. Ni mucho menos. Y lo sabían.