El pasado 1 de octubre, echó el cierre una de las peluquerías más conocida por los clientes y con más prestigio de Toledo: la peluquería Camaño en Palomarejos. Y lo hacía, no porque se jubilase alguien por la edad, sino desafortunadamente porque la mujer que ejercía el arte de las tijeras, peine y secador se veía obligada a cerrar anticipadamente por problemas de salud. María del Carmen Breceiro Freire, 'Mari' para los clientes y amigos, se llama nuestra protagonista.
El día mencionado no acudió a su cita diaria del curro y abrir como había hecho durante muchos años para recibir al primer cliente que tenía en la lista. En los últimos tiempos y como la mayoría de los locales del ramo, la cita se concertaba por teléfono, pues afortunadamente para Mari, ha tenido pocos tiempos muertos para estar de brazos cruzados en horario laboral por la cantidad de trabajo que tenía.
Nació en La Coruña, pero llegó a Toledo muy joven. Está casada con el escritor y conocido funcionario del Hospital de Parapléjicos José- Ignacio Carmona Sánchez y tienen una hija llamada Ilia. Ha residido en Polán hasta que hace poco tiempo decidió mudarse a un piso cercano a su lugar de trabajo en la calle Canarias.
Aquí ha permanecido durante 25 años; alquiló el local a Vicente Camaño, antiguo dueño y peluquero, pero al jubilarse traspasó el negocio a Mari y tuvo dependienta durante tres años. El resto ha ejercido la profesión sola. Como se sabe es un trabajo de estar de pie largas horas y después de mucho tiempo empezó con problemas de movilidad y se ha visto obligada a trabajar en pésimas condiciones físicas tirando de su cuerpo hasta que ella misma y los médicos le han aconsejado reposo absoluto.
Se define como peluquera de estilo clásico, aunque su clientela ha sido muy variada pasando por sus sillones gente de todas las edades y profesiones. Dice con nostalgia que ha aprendido mucho de todas las personas que durante estos años hemos desfilado por allí. "Gente que me han enseñado mucho", nos decía el último día que tuve el honor de ir a cortarme el pelo y la barba. Y es que, ha sido uno de los lugares donde además de acudir con un fin como era el de cortarse el pelo, sabía que iba a estar a gusto, charlando amigablemente de toda la actualidad social y de nuestra ciudad incluso compaginando el trabajo con algún chistecillo.
Ha resistido todas las 'danas laborales' que se han presentado en los últimos años. Ha superado la apertura ingente cantidad de barberías que han abierto en la ciudad, algunas de ellas con poco estilo y sabiduría porque como decía un gran amigo mío, «lo más redondo que han visto en su vida es una onza de chocolate». Y es que, todo el mundo no valemos para ser buenos peluqueros, albañiles, pastores … Todos poseemos nuestras cualidades y Mari las tenía y las ha ejercido con maestría durante tantos años con miles de personas. Espero que la vida la compense y la depare cosas agradables al verse obligada a abandonar el trabajo por motivos de salud. La vida continúa.