La historia toledana está jalonada por numerosos personajes, hombres y mujeres de gran categoría que, sin embargo, con el paso del tiempo han sido olvidados o no se les ha dado el relieve que merecen. Algunos sí han conseguido ser reconocidos, pero fuera de nuestra ciudad. Es el caso de Diego de Covarrubias, uno de los principales representantes de la Escuela de Salamanca, esa extraordinaria pléyade de intelectuales que, en el siglo XVI, abordando los grandes problemas de su tiempo, fueron los fundadores de la economía científica o del derecho de gentes, entre otras muchas aportaciones que el pensamiento actual va redescubriendo. Una larga lista que a partir de Francisco de Vitoria cuenta con figuras como Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Luis de Molina o el padre Juan de Mariana.
Diego de Covarrubias se encuentra entre ellos. Nacido en Toledo un 25 de julio de 1512, era hijo del arquitecto Alonso de Covarrubias. Enviado a Salamanca, estudió allí teniendo como profesores a Vitoria, Azpilcueta y Soto. Tras alcanzar el título de doctor, impartió clases durante ocho años, hasta que pasó a la Real Chancillería de Granada, siendo nombrado arzobispo de Santo Domingo y más tarde obispo de Ciudad Rodrigo, Segovia y Cuenca, diócesis ésta de la que no pudo tomar posesión, al fallecer en Madrid el 27 de septiembre de 1577, recibiendo sepultura en la catedral segoviana. Durante su pontificado civitatense participó en el Concilio de Trento, donde tuvo una actuación muy destacada, interviniendo en los debates acerca de la teología sacramental y defendiendo que los obispos residieran en sus diócesis.
Como pensador, este toledano tan poco conocido en su ciudad natal, destacó por ser un sobresaliente humanista, que en su defensa doctoral afirmó la supremacía de las letras sobre las armas, señalando que «no son las armas las que forjan los imperios, sino más bien la sabiduría y las letras son las que crean y defienden la grandeza de los pueblos». Jurista brillante, abordó en sus clases los grandes problemas de la época, como la cuestión de la conquista de las Indias, formándose con él una fecunda generación de juristas. Se manifestó como un declarado antiesclavista. Pero también escribió sobre economía, siendo el precursor de la Teoría subjetiva del valor, donde indica que el valor de una cosa no depende de su naturaleza objetiva, sino de la estimación subjetiva de los hombres.
Diego de Covarrubias es el prototipo de humanista renacentista en aquella España del siglo XVI que generó tan extraordinarias figuras, pues además de las facetas señaladas, cultivó la teología, la historia y la filología, compaginadas con su labor política.
Por cierto, si quieren conocer su rostro, el Greco le inmortalizó en un lienzo que se conserva en el Museo del Greco, además de representarle junto a su hermano Antonio -otro toledano humanista, canónigo y rector de la Universidad de Santa Catalina-, en El entierro del Señor de Orgaz.