En traducción libre del último sermón de 2024 (noche del martes 31), de agradecimiento por el año que se fue (Te Deum) y de saludo por el recién llegado (Jubileo 2025), el Papa Francisco ha pedido a los gobernantes del mundo que respeten la vida humana. Y que, si 2025 viene con guerras en las hojas de su calendario, estas sean contra el hambre.
"La esperanza del mundo está en la fraternidad" es el lema vaticano del año jubilar de 2025. Pero me temo que este voluntarismo está reñido con los datos verificables y verificados del último Índice de Paz Global (Institute for Economics and Peace). Y no solo estoy pensando en Gaza y Ucrania, donde la cifra de muertos va ya por encima de los 150.000 en la suma de estos dos escenarios abiertos:
Según el mencionado informe nunca como en nuestro tiempo hubo tantos conflictos armados desde el final de la segunda guerra mundial. En todos ellos late el riesgo de contagio a terceros países. También al nuestro, en el puesto 23 de los más pacíficos. Amén de su condición como líder religioso, el jefe de la iglesia católica siempre fue un faro moral. Y, como no andamos sobrados de ese tipo de liderazgos, más nos vale dedicarle un turno reflexivo al valor de la fraternidad.
En este punto, conviene saber que es un valor integrado en el pensamiento laico a lo largo de la historia: ¿Hace falta recordar que fue uno de los tres pilares motivacionales de la revolución francesa?
Quiero decir que la fraternidad es un fijo en la arquitectura tanto religiosa como civil de las grandes agrupaciones forjadas en torno al denominador común de todos los seres humanos, solo por el hecho de solo (la dignidad). Y que ahora lo mencione el Papa como base de esperanza del mundo ante el año que acabamos de estrenar no debe quedarse en uno de los miles y miles de frases retóricas enlatadas como paliativos de la mala conciencia de los gobernantes frente a los gobernados.
Si pasamos la página de las apelaciones del Papa al imperativo de la fraternidad toparemos con una cruda realidad: en torno a 95 millones de refugiados o desplazados internos (datos de Paz Global), 56 conflictos armados en distintas partes del mundo y la forja de un nuevo eje del mal en torno a Putin (Rusia, Irán, Corea del Norte) va camino de superar el record de Stalin por permanencia en el poder).
Los analistas coinciden en señalar el borrado de la línea entre seguridad interior y seguridad exterior con fríos argumentos enlatados en los despachos de Bruselas. Pero dedican menos tiempo a glosar el significado de la guerra como fracaso del ser humano entre ornamentales gestos de compromiso con la paz, la concordia y progreso por encima de las fronteras. Qué le vamos a hacer.