Es práctica, desgraciadamente, habitual en la Justicia española dejar que las causas se dilaten y enfríen hasta quedar, muchas de ellas, sumidas en un limbo de olvido, acabando petrificadas como fósiles del Pleistoceno.
Porque, díganme, ¿quién se acuerda del affaire Pujol? Sí; ese mismo que hizo correr ríos de tinta como el Amazonas hace ya la friolera de diez años ¿Quién se acuerda de aquel caballero tan digno, Jordi Pujol Ferrusola, ese mismo que practicaba el muy noble deporte de sacar los fines de semana bolsas repletas de euros en el maletero de su coche de alta gama y las depositaba en Andorra la Bella? Sí, sí…, ese mismo que fue enviado a prisión por Anticorrupción y salió poco después, en diciembre de 2017, tras pagar medio millón de euros de fianza. O aquel otro, Oriol, que aspiraba a suceder a su ilustre padre, imputado por el caso de las ITV. O el tercero, Oleguer.
El clan Pujol, protagonista del escándalo más sonado en España, y que parece algo superado y olvidado. Lo que es ser nacionalista… Nada más y nada menos que el expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol y Soley, que, como Franco, se eternizó en el poder, y su esposa, Marta Ferrusola i Lladós (fallecida el pasado verano), junto a sus todopoderosos hijos e hijas, protagonistas del caso de corrupción más sonado de la democracia, por los delitos de cohecho, tráfico de influencias, delito fiscal, blanqueo de capitales, prevaricación, malversación y falsedad. ¿Quién da más por menos?
Sin embargo, hace unas semanas, nos enterábamos que la Audiencia Nacional sentará, por fin, en el banquillo, en noviembre de 2025, a don Jordi Pujol, con 94 años a la sazón, viudo, como decíamos, y a sus siete hijos. Se calcula que la vista se prolongará a lo largo de cinco meses por delitos de organización criminal o asociación ilícita, blanqueo tributario y falsedad documental. El objetivo fundamental sería, pues, demostrar que la familia Pujol, perfectamente organizada, se enriqueció "durante decenios" con actividades corruptas (el célebre 3% de Maragall). La suma, incalculable, podría ir de los 4 millones de euros a los 500, e incluso, los hay que, como Albert Rivera, llegaron a multiplicar por cinco la suma. Y es que, como aspirante a monarca de Cataluña, no podía ser menos que el Borbón.
En el auto del juez José de la Mata Amaya, titular del Juzgado Central de Instrucción nº 5, se decía, concretamente, que «la familia Pujol Ferrusola ha aprovechado su posición privilegiada de ascendencia en la vida política/ social/ económica catalana para acumular un patrimonio desmedido, directamente relacionado con percepciones económicas derivadas de actividades corruptas».
Una vez más vemos que se repite la triste historia de España, desde el duque de Lerma, pasando por Isabel de Farnesio, Godoy, Alfonso XIII, su nieto Juan Carlos de Borbón, la familia Franco y ahora don Jordi Pujol.
Como es lógico y natural, el Clan Pujol, pese a la ausencia de la Papisa, ha iniciado ya su contraataque, cuestionando la comprobación judicial del acceso a sus archivos. Tanto es así que le auguramos a las tres magistradas designadas para que conformar el tribunal –María Riera, que presidirá la Sala, María Fernanda García, que será la encargada de redactar la sentencia, y Carolina Rius–, dosis de paciencia y de sagacidad infinitas, por más que no sería extraño que la causa no se celebrara por incomparecencia.
Un capítulo más del triste mundo de la jurisprudencia en España. Hay motivo, como bien podemos ver, para que los miles de reos que se pudren en las prisiones españolas por delitos comunes, inicien una huelga de hambre por las injusticias de que son objeto. Una vergüenza, insisto; y más aún cuando vemos el escándalo de la Amnistía o la noticia que dan los medios este fin de semana acerca del caso de los Eres. Como dijo el rey Palomo: «Yo me lo guiso y yo me lo como».