Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Francisco

25/04/2025

Así quiso él ejercer su ministerio, pasar a la historia y hasta ser enterrado. No pretendo otra cosa que rendirle homenaje; no esperen encontrar en este pobre artículo nada que no se haya repetido, pero me siento en la obligación de rendirle este insignificante tributo.
Es el momento de ello, porque, con independencia de sintonizar más o menos con la forma de ejercer su apostolado, una persona que renuncia a su propia vida para dedicarla a los demás merece todo el respeto y el reconocimiento pleno.
Cada papa, como seres humanos que son, imprime su forma personal de interpretar la doctrina. Unos ponen el énfasis en un aspecto de ella y otros en otro, pero al final, todos son seguidores del mismo hombre, Jesús, que sí dio la vida por el género humano. A mi juicio, la Iglesia demuestra una inteligencia indiscutible al colocar en cada momento al mejor servidor para el apostolado necesario, buscando siempre que el venidero corrija la deriva que pueda haber sufrido el que se va.
Por eso, Francisco ha dedicado su ministerio a los asuntos que estaban poniendo más en entredicho a la institución, como son los abusos dentro de la Iglesia y el enfoque a situaciones nuevas como las parejas del mismo sexo. La Iglesia no puede ignorar estas realidades, pero debe tratarlas con suma delicadeza para no herir susceptibilidades de sus fieles. 
Muchos han querido ver en el papa que se va un aliado de sus posturas y han llevado su doctrina al terreno político, que, nos guste o no, no es coincidente con ninguna postura política. Ya nos dijo el verdadero Fundador de la Iglesia aquello de "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pero es curioso cómo cada cual quiere llevar el agua a su molino ideológico. Es escandalosamente normal que unos se posicionen en contra de la pena de muerte alegando la defensa a la vida, al mismo tiempo que defienden el aborto.Y otros, que también dicen defender la vida, se postulan contrarios al aborto, pero admiten la pena de muerte. De esta forma, cada facción esgrime la doctrina de la Iglesia sesgadamente.
Francisco, a mi juicio, ha querido diferenciar el delito del delincuente, en este caso el pecado del pecador, poniéndose del lado de la persona, sobre todo de las más débiles y con más razón del lado de quienes pueden ser considerados "pecadores". Pero con eso no ha hecho otra cosa que seguir la doctrina de su Maestro, que en el pasaje de la adúltera evitó que muriera lapidada, que era la pena establecida para las adúlteras, con esa lapidaria frase de "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra".Sin embargo, no dijo que el adulterio no fuese pecado. Lo que hizo fue perdonarla, pero partiendo de la base de que había pecado. Francisco ha sido un fiel seguidor del Maestro, pero quizá ha puesto más énfasis en el perdón y en el amor al prójimo que en la denuncia de determinados pecados. Seguramente el que venga ahora tratará de equilibrar la balanza para que no se confunda el perdón con la santificación del hecho.
En cualquier caso, mantener unidos a mil cuatrocientos millones de personas en una doctrina, sin ejército ni policía merece, al menos, mi reconocimiento y gratitud. 
Gracias, Santidad.