Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


22A

25/04/2025

Mi casa es una selva. La hierba me llega más arriba de la cadera. La avena loca por encima de la cabeza. En las noches de lluvia subo a tientas. Los erizos se echan carreras como pelotas de luz en cuanto abro la puerta. Barrunto al jabalí. Las torcaces despiertan sobresaltadas y lanzan su vuelo de huida. No hay estrellas. Llueve. Lluvia muy fina, como pidiendo perdón. Cuando llego arriba tengo empapados los pantalones. Pronto, quizá ya hoy, las culebras navegarán entre los tréboles y las esparragueras, entre las chupamieles de azul profundo y esas flores amarillas del color del calor de mayo. Ondas pasajeras de primavera.
Pero a veces me voy a ver las golondrinas. Este año las mías, las dáuricas, han encontrado su nido ocupado por una pareja de gorriones chillones que lo han defendido y, creo, han conservado. Las golondrinas son delicadas. Cada año observo a las parejas del 22A. Me siento. Pido una cerveza, y las contemplo entrar en sus nidos, en el porche nortizo umbroso. Un milagro y un pedazo enorme de la belleza de la primavera. Así está bien.
Ha llovido. Siempre llueve esta primavera perfecta. El sol cae tras las acacias y todavía se siente el rumor del Tajo, latido de crecida, de resaca. Trueno lejano y apagado de río grande. Leo dos poemas de Armitage. Sólo dos. Uno con cada cerveza. The Christening. El cachalote/sperm whale y su viaje a las profundidades. Levanto la cabeza y pasa la silueta silenciosa del martinete. Y una garza imperial elegante como una tarde de abril. Oleadas de ruiseñores emboscados en el Tajo. También cantaron esta noche bajo mi ventana, entreverando mi duermevela con sueños tan extraños como lejanos.
Pido otra cerveza y releo The Manhunt. Then, and only then, did I come close. Te traje una tarde. Las golondrinas ya habían llegado. Lucía el sol. Ahora inspiro el aire frío. No. Todavía no es tiempo de golondrinas suicidas. Los vencejos andan tímidos. Esta noche veré El jardín de Alá, la película de Marlene Dietrich y Charles Boyer, con ese Technicolor increíble de 1936. David O. Selznick produciendo y banda sonora de Max Steiner. La Dietrich y Boyer conversan en aquella escena en la caravana gris con un flamenco rosa en la entrada, donde Cyndi Lauper empieza a cantar Time After Time. Siempre te gustó esa canción.
Llegaré otra vez empapado. Da igual. Cárabo lejano. De madrugada Venus guardará lo poco que queda ya de luna. Pero eso será en otro tiempo. Traced the scarring back to its source. Armitage. Las golondrinas ya duermen. Hace frío. Cierro el libro. Me subo el cuello de la chaqueta de cuero. Hora de marcharse. Tengo que atravesar una selva.

ARCHIVADO EN: Río Tajo