En el transcurso de la conmemoración del cuarto centenario del fallecimiento del Padre Juan de Mariana (1624-2024) no podemos obviar la singularidad y protagonismo que cobra el cercano paraje a Talavera de la Reina, en la Sierra de San Vicente, conocido como El Piélago, así como la localidad de Navamorcuende, a cuyo término municipal pertenece. Una particularidad otorgada por el propio jesuita como a continuación veremos.
Durante los últimos meses, los navaquendinos, vienen publicitando con orgullo los preciosos elementos de carácter patrimonial y de otra índole, ya sean gastronómico, cultural… que posibilitan a este pueblo aspirar a ser "el pueblo más bonito de Castilla-La Mancha". Desde mi perspectiva hay razones justificadas para competir en esta liza. Desearía añadir al respecto dos elementos que diferencian a Navamorcuende. El uno es de carácter inmaterial, es el personaje atemporal Juan de Mariana, el otro es el espacio físico, el mencionado paraje de El Piélago, y ambos considerados relacionados. No cabe duda que más allá de la presencia física, ya sean arquitecturas o bienes tangibles, Mariana y El Piélago está unidos a Navamorcuende, en este caso perpetuados en las palabras que escribió el jesuita en el prólogo de una de sus obras más importantes, también más controvertidas y difundidas por el orbe europeo y luego mundial desde su primera edición en 1599, nos referimos al libro De rege et regis institutione (Del rey y de la institución real). El escrito en el que nombra a Talavera, a Navamorcuende y El Piélago, es la antesala de todo un tratado a modo de guía de cómo educar al príncipe, al futuro rey de España, Felipe III.
La obra fue un encargo que hizo el también talaverano arzobispo de Toledo García de Loaysa y Girón a su paisano Juan de Mariana por orden de Felipe II. El prólogo constituye el prolegómeno de un amplio compendio de ideas sobre cómo debe actuar el gobernante al que el pueblo le ha delegado el poder, y por tanto ha de actuar en su beneficio, pues si se convierte en tirano queda justificada la resistencia de sus súbditos hacia el mismo, incluyendo la posibilidad de su muerte.
Si bien, junto a este pensamiento de profundo calado hay otras cuestiones que trata, como asuntos económicos, en el prefacio del que hablamos vierte hermosas palabras que nos llevan a intuir el carácter placentero, la serenidad y paz que gozaba Mariana junto a su amigo Calderón, canónigo de la catedral de Toledo, y el cura beneficiado de Navamorcuende Juan de Suasola, con quienes paseaba disertando por las veredas del Piélago en los meses de verano y otoño de 1590.
Juan de Mariana se deleita en la descripción del Piélago, nos muestra las bondades del paraje, transmitiéndonos la vida de una naturaleza en la que el frescor de las aguas, se entremezcla con el verdor que ofrecen la variedad de árboles y frutos de la zona. Nos adentra en el corazón del mismo: "Soplan templadísimos vientos puros y libres de todo miasma, brotan de todas partes las más frescas aguas, corren acá y acullá fuentes cristalinas, cosas todas por las que no sin razón fue aquel lugar llamado Piélago". A los que nos es familiar este espacio necesariamente nos identificamos con la belleza de la imagen que nos traslada: "Alegre es allí el sol, alegre el cielo, alegre por demás la tierra, cubierta de tomillo, borraja, acedera, peonía y mucho más de yezgos y de helechos. Baste decir, por fin, en su elogio que dio la antigüedad el nombre de Elíseos a tan afortunados campos: tal y tan agradable se presenta en ellos el cielo en tiempo de verano".
Si tuviéramos que escoger un promotor turístico para difundir las bondades del Piélago, sin duda cabría contratar a nuestro Mariana, que con la edad por entonces de cincuenta y cuatro años, dejó descrito para la posterioridad, inserto en un ensayo de altura en cuanto a contenido de pensamiento político y filosófico se refiere, lo que hoy se ha convertido en destino habitual para senderistas y amantes de la naturaleza en general.
No cabe duda que nuestro personaje era conocedor de este ámbito geográfico. Tanto en su Historia General de España, como en el libro que venimos mencionando, hace referencia a otro hito que es seña identitaria de los pueblos de la comarca de la Sierra de San Vicente cuando describe la cueva donde se escondieron los santos mártires de Talavera, Vicente, Sabina y Cristeta, perseguidos por el prefecto Daciano en su huida hacia Ávila antes de ser asesinados: "Tiene en la cumbre [el cerro de San Vicente], allá en la parte del norte, que es la más fragosa, una cueva de estrecha y trabajosa entrada, noble asilo de San Vicente y de sus hermanas cuando, para evitar la cólera de Daciano, tuvieron que dejar los muros de Elbora [Talavera]".
El libro de Mariana De rege et regis institutione fue quemado y prohibido en Francia a raíz del asesinato del rey Enrique IV por un fanático religioso, acusando a Mariana de ser el inductor indirecto del mismo debido a su teoría sobre la legitimidad de atentar contra el rey tirano. No cabe duda que sus ideas circularon, junto a otros tratadistas del tema, por la Europa de la Edad Moderna, siendo semilla intelectual para futuras revoluciones. He aquí la importancia en la que radica la cuestión que contemplamos. Mariana comienza la redacción de esta obra en El Piélago, y nos ofrece pasajes de lectura maravillosa en los que, entre otros, nos describe cómo el cura de Navamorcuende sube a oficiar misa hasta donde el jesuita mora junto a su amigo Calderón, en una humilde casa, entre el frondoso bosque que constituye la vegetación del Piélago.
Si contemplamos el significado etimológico de "piélago", nos lleva a un estadio en el que la naturaleza se confunde con cierto destello poético. Según la RAE, procede del latín pelagus, y este del griego pélagos, es la parte del mar que dista mucho de la tierra; pero también tiene una acepción de algo que es tan abundante que es dificultoso de enumerar y contar. Menos usual es considerar el "piélago" como espejo de agua que se forma al inundarse una depresión del terreno, a modo de balsa y estanque. De nuevo, el conocedor del paraje puede recrearlo en ese concepto amplio, con una topografía de suave depresión que cuando llueve se inunda, formando un espejo cristalino, reflejando el cielo, vertiendo sus aguas ladera abajo alimentando las fuentes serranas. Un todo integrador: agua, abundancia, espejo, belleza. Esta naturaleza desbordante, al igual que nos ocurre ahora, es lo que observaría Mariana a finales del siglo XVI, y lo deja escrito para que con su fama fuera recordado paraje tan especial en el término de Navamorcuende. Una joya a sumar por esa carrera para ser reconocido como el pueblo "más bonito".
Mariana está ligado no solo a Talavera de la Reina, de donde dice ser deudor "de la primera luz que vimos", a La Pueblanueva donde fue bautizado un 2 de abril de 1536 y pasó su primera infancia, o a Toledo donde vivió durante cincuenta años. Además, nuestro personaje, un intelectual tan universal, también merece ser reconocido en el contexto de su obra, en relación con el paraje del Piélago y el pueblo de Navamorcuende.