Lo que comenzó siendo una guerra comercial con imposición de aranceles sobre el comercio para proteger a las empresas y al mercado interior, apunta hacia una guerra económica que puede afectar no solo al comercio, sino también a las finanzas, a la inversión en deuda pública, al acceso a recursos estratégicos al minar la cadena de suministro y, en definitiva, a la estabilidad económica.
El aumento de los aranceles es previsible que se traduzca en un aumento de la inflación que repercuta desacelerando el crecimiento económico, razón por la que la Reserva Federal se resiste a reducir los tipos de interés que devaluarían el dólar, como pretende el Presidente. El miedo razonable de los inversores en la deuda estadounidense, que representa el 123% de su PIB, les ha forzado a dejar los bonos estadounidenses, lo que pone en peligro su refinanciación porque las finanzas públicas deberán hacerse cargo de sufragar el aumento de los intereses, al subir la rentabilidad de los bonos.
Mientras, según los datos publicados este martes por Eurostat, la deuda pública de España en 2024 alcanza el 101,8%, la quinta más alta de la UE. El Banco de España en febrero cuantifica nuestra deuda en 1646 billones de euros, un repunte del 2,6% en el último año y la cifra más alta de toda la serie histórica, a pesar de que los ingresos tributarios crecieron un 12,6% respecto al mismo mes del año pasado debido, fundamentalmente, a la subida de las retenciones del trabajo y de capital mobiliario, así como del IVA. Destaca que la Seguridad Social haya aumentado su deuda un 8,6% hasta registrar 126.173 millones de euros, 10.000 millones más que hace un año, debido a los préstamos del Estado para financiar su desequilibrio presupuestario. El mismo Banco de España que ya ha advertido de que la creciente presión de los costes de envejecimiento, las pensiones, suponen un desafío a nuestras finanzas públicas y a la capacidad del soberano para hacer frente a sus obligaciones, puesto que la dinámica de la deuda es sensible, particularmente en países con elevado endeudamiento como el nuestro, a las pequeñas perturbaciones que pueden hacer perder la confianza en los inversores.
Con semejantes cifras, se te ocurre pensar, aunque se te antoje inverosímil, en la probabilidad de llegar a la suspensión de pagos por carecer de liquidez para hacer frente a las obligaciones de la deuda soberana. Pues resulta que España lo ha padecido en 13 ocasiones, la primera en 1557 y la última en 1939. Financiar el imperio español conllevó un gran endeudamiento, pero también la creación de instrumentos para financiarla como los asientos - un préstamo a interés con transferencia a un lugar determinado en la moneda convenida-, cuyo reembolso del capital arriesgado prestado se garantizaba con libranzas sobre las rentas de la Corona, como las minas de Almadén. O los juros, tras los edictos para librarse de las deudas con los banqueros, en los que se llegaba a un acuerdo entre el rey con algunos de sus acreedores, lo que, por ejemplo, fue causa del ocaso de los Fugger en España.