Pocas cosas me han molestado tanto en las últimas semanas como las declaraciones que hizo en un programa de debate de La Sexta el economista catalán Gonzalo Bernardos. Para quienes no sepan quién es, el señor Bernardos es doctor en Economía, profesor en la Universidad de Barcelona y está vinculado al Partido Socialista de Cataluña, así como a una conocida empresa dedicada a las hipotecas. En sus más que desafortunadas palabras, el señor Bernardos afirmó que los jóvenes de hoy hemos olvidado la cultura del sacrificio y que nos pegamos "la vida padre" en lugar de buscar el ahorro para el futuro. "Lo que pasa aquí es que el sacrificio se ha perdido en sustancial medida. En este país, la gente mayor no gasta y los jóvenes gastan como si no hubiera futuro" dijo el profesor en su entrevista.
¿Quién se ha creído ese tal Bernardos para prejuzgar y generalizar de esa manera sobre una generación entera? ¿Acaso nos conoce? ¿Acaso nos ha preguntado cuáles son nuestros planes o nuestras vidas? Mientras Bernardos está haciendo estas afirmaciones, en riguroso directo hay un tanto por ciento muy importante de jóvenes altamente cualificados que están relegados a trabajos muy inferiores a su preparación. Otros tantos que están sometidos a contratos de trabajo incompatibles con cualquier vida media. Y otros tantos autónomos que, lejos de poder contar con una economía desahogada, siguen sufriendo imposiciones fiscales desproporcionadas y escandalosas. ¿Que no hay cultura del esfuerzo? ¡Claro que la hay! Solo el hecho de tener que reciclarse continuamente en el mundo laboral y el de tener que aguantar trabajos para poder pagar a duras penas alquileres y suministros es motivo bastante para decir que la juventud española de hoy se esfuerza. Y no es el único ejemplo. ¿Acaso no es esfuerzo el de los jóvenes estudiantes universitarios que tienen que trabajar de camareros, de conductores o de cualquier otra cosa para poder pagarse unos estudios universitarios que su familia, desgraciadamente, no puede darles? Por supuesto que hay esfuerzo, señor Bernardos. Y también hay en nuestro ánimo sueños, ilusiones y aspiraciones vitales. Esos mismos sueños, ilusiones y aspiraciones que su generación pudo vivir y que la nuestra ve frustrada en comentarios como los suyos y en acciones y gestiones políticas que no han hecho sino dañar a los jóvenes, que tienen en muchas ocasiones que irse a buscar un trabajo mejor fuera de España. Encima de frustración, fuga de cerebros. Lo que ocurre es que es mucho más bonito criticar desde la palestra que tratar de poner soluciones eficaces. ¿O es que los socios políticos del señor Bernardos han pensado en algún momento en los jóvenes? Consulten los datos de tasa de paro juvenil en Cataluña, que duplica la media europea, y que ha llegado a alcanzar un 24,81 % en el cuatro trimestre de 2023. Ahí tienen una buena respuesta.
Quien aquí habla al señor Bernardos es un joven que hace apenas unos días cumplió los treinta años y que ejerce la abogacía por cuenta propia. Y sacar mi carrera, mis dos másteres y el resto de mi cualificación académica me ha supuesto un esfuerzo que, afortunadamente, he podido rentabilizar. Mientras tanto, hay ahí mucha gente de mi quinta y más joven muchísimo más preparada que yo que tiene que trabajar poniendo copas porque no encuentra un sitio donde poder explotar su potencial. ¿Hay acaso mayor esfuerzo que el de la resiliencia laboral? Tan solo espero que ningún hijo ni ningún nieto del señor Bernardos se vea en la situación real en la que tantos jóvenes se están viendo en el hoy compartido: ganando una miseria, con contratos basura, tratando de vivir dignamente y queriendo un futuro mejor que tienen muy lejano.
Desde aquí, invito al señor Bernardos a que se venga un día conmigo y me deje mostrarle esta realidad, contándole casos tan cercanos como los de algunos de mis alumnos en la Facultad, como los de buenos amigos míos, como los de tantas personas de nuestra vida cotidiana que no conocemos y que, sin embargo, son muestras palmarias de esta realidad. Y después, cuando se dé cuenta de que sus afirmaciones son absolutamente desacertadas y generalistas, espero no volver a leer ni una sola palabra más en ese sentido. No tengo por qué soportar que mi pensamiento se vea vulnerado con semejantes desatinos.