A falta de solo tres jornadas para el final, el Grupo 18 de Tercera Federación se ha convertido en un desconcertante escaparate de oportunidades perdidas, dudas persistentes y una primera plaza que, lejos de ser codiciada con firmeza, parece estar en rebajas. Hasta siete equipos se amontonan en la parte alta de la tabla sin que ninguno logre dar el paso definitivo y regular que les encamine hacia el título. La regularidad, esa cualidad imprescindible para cualquier aspirante serio, brilla por su ausencia. Y como consecuencia, el baile de posiciones y líderes que estamos viviendo toda la temporada.
Cada jornada es un nuevo episodio de incertidumbre. El que parecía despegar tropieza sin explicación; el que se relegaba resurge con una victoria inesperada. Y así, entre vaivenes, empates frustrantes y derrotas que llegan en el peor momento, la liga avanza sin un verdadero dominador. No es que falte talento o ambición, sino que parece haberse instalado un síndrome colectivo de vértigo competitivo justo cuando más falta hace la firmeza.
La igualdad puede ser un valor que enriquezca el espectáculo, pero también puede evidenciar la falta de carácter ganador. En este tramo final, no hay un favorito claro. Todos los de arriba tienen argumentos futbolísticos, pero ninguno ha demostrado tener la mentalidad de campeón. La sensación es que más que pelear por el título, están esperando a que los demás lo pierdan.
¿Quién quiere realmente ser primero? Esa es la pregunta que sobrevuela en el ambiente. Porque si uno analiza los tropiezos, los partidos grises y las ocasiones desaprovechadas, se diría que esa primera plaza estorba más que seduce a los candidatos. Y en una liga tan exigente como esta, donde cada punto puede ser definitivo, lo que se necesita es un equipo con hambre, con convicción y con la madurez para no temblar en el momento clave donde aún quedan muchas cosas en juego, por arriba y por abajo.
Quedan tres jornadas, repito, tiempo suficiente para que uno de los aspirantes despierte de su letargo, imponga su autoridad y se adueñe de una liga que aún espera a su verdadero campeón, que lo tendrá sí o sí. Porque, aunque parezca que nadie quiere o merece la primera plaza, uno lo conseguirá.