Continuamos revisando las famosas Relaciones del geógrafo de su majestad don Tomás López (1787), que nos sirven para recuperar algunos datos sobre la historia de nuestra provincia y en esta ocasión nos detenemos en el lugar de Menasalbas, a escasos 40 kilómetros de Toledo capital. La respuesta al interrogatorio la realiza el párroco de Menasalbas don Dionisio Sáenz de Galinsoga, quien remitió varias misivas a Tomás López contestando a sus preguntas. Entre ellas informó sobre Las Navillas, pedanía de Menasalbas ubicada en uno de los mejores robledales de España, en el incomparable entorno de los Montes de Toledo. El párroco asegura que Las Navillas era un barrio de Menasalbas como ya le había informado tiempo atrás, de unos 7 u 8 vecinos. En esa misma carta cuenta que entre noviembre y diciembre de 1787 se habían terminado las obras del nuevo pueblo de Jumela (ubicado a 3 km de Gálvez y a 4 km de Menasalbas), del cual prometió enviar el sacerdote cumplida información más adelante. En el Archivo Municipal de Toledo se indica que en 1688 esta alquería de Las Navillas, había quedado despoblada, por lo cual el dato que aporta el párroco parece indicar que volvió a repoblarse a finales del XVIII. Recordemos que del lugar de Jumela ya hay datos desde el siglo XII y según algunas fuentes pudo ser poblado por mozárabes toledanos o por los soldados francos que llegaron con Alfonso VI a Toledo.
Sobre la historia de Menasalbas se indica que el nombre proviene de «amenas selvas», por haber sido su territorio abundante de arboledas, algo que no argumenta con documentos sino posiblemente tomándolo de la tradición oral. Era villa eximida del señor duque de Uceda y tenía alrededor de 600 vecinos (unos 2.700 habitantes aproximadamente) y pertenecía a la vicaría de Toledo. Se situaba mirando al poniente, al pie de una alta cuesta que forma una importante elevación con respecto al territorio de Cuerva, Totanés y Gálvez. La advocación de la iglesia parroquial era la de Santa María Magdalena y así mismo había dos santuarios, uno de ellos dentro de la población, denominado el de la Virgen de la Salud, de bella arquitectura y realizado en sillería; el otro ubicado a extramuros con la advocación del Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas, donde se custodiaba su imagen de muy buena traza, a la cual se le tenía mucha veneración, tanto en Menasalbas como en las localidades vecinas; su fábrica era de mampostería y de gran capacidad para albergar a los fieles y su camarín lo realizó un pintor de cámara «con exquisito primor y gusto», aunque no cita el nombre. Hay dos arroyos, uno de ellos cruza la localidad por en medio (llamado de los Zermeños) y el otro la guarnece (llamado el de las Fraguas), juntándose ambos a la salida del pueblo, aguas abajo a la izquierda, donde se empieza a formar el arroyo que llaman de Jumela, ya que pasaba por esta mencionada pedanía. Estos arroyos nacen en los Montes de Toledo y tenían varios puentes de piedra. También pasa a legua y media de Menasalbas el arroyo llamado del Torcón que nace en el monte del Robledo y transcurre hacia el norte hasta entrar al río Tajo y pasa también por los términos de San Martín de Montalbán y de La Puebla de Montalbán, destacando la exquisita pesca que en él se produce. Este arroyo tenía también dos puentes, uno denominado Canasta y el otro Ruidero, siendo el primero de piedra y el segundo de madera. Se cita un arroyo más llamado Villapalos, el cual nace en los Montes de Toledo a dos leguas de Menasalbas y luego entra en el Torcón; contaba con dos puentes, uno de piedra llamado el de la Torre y el otro de madera denominado Villapalos.
Las sierras del lugar se llaman del Robledo y constituyen una misma cordillera con los Montes de Toledo y el Castañar y hasta la cima de dichas sierras mirando hacia el norte, se extiende la jurisdicción de Menasalbas y comienza la de Toledo, desde la misma cima mirando al mediodía. En estos ricos montes encontramos maderas de robledo, quejigo, monte pardo y jara, abundando todo tipo de árboles frutales y silvestres, donde pasta abundante ganado vacuno y cabrío, con ricas aguas que bañan estos parajes.
A unos 400 pasos de la localidad, al mediodía, hay una dehesa de tres cuartos de legua de largo y dos de ancho, poblada de monte pardo y dedicada a pasto para el ganado de labor. La cosecha de vino asciende a 4.000 arrobas cada año; de trigo a 1.400 fanegas; de centeno a 800; de cebada a 2.500; de algarrobas a 400 y de garbanzos a 300.
A nivel industrial, Menasalbas contaba con una fábrica de estameñas compuesta de treinta telares con seis batanes y se elaboraban al año 4.800 varas de mediana calidad; también había dos telares en los que se elaboraba jerguilla abatanada que es una especie de sayal y se contaban cinco molinos en las riberas del Torcón. Había un hospital en el que no se admitían enfermos en 1781 por no tener fondos suficientes, cuyo rédito anual se invertía en los pobres enfermos, a los que se les daba alguna ropa de cama en sus propias casas. Por lo que respecta a enfermedades, se padecían fiebres tercianas en primavera y en otoño, «pues el temple por lo general es sano». Estas fiebres se trataban con evacuaciones de sangre, y con el uso de atemperantes y de quina. Para atender a los enfermos había un médico cirujano y dos boticas, que se surten sobre todo de la inmensa cantidad y variedad de hierbas medicinales que produce el monte y valle del Robledo, un ejemplo más de lo habitual que era en nuestra tierra la práctica de la medicina natural o botánica mágica. Alguna de estas hierbas para curar, eran la gayuba o uba ursi y la carquesa o carquesía.
Contaba Menasalbas con un alcalde mayor nombrado por el duque de Uceda, dos alcaldes ordinarios, dos regidores, dos procuradores síndicos y un personero. Había una administración de tabacos, tres mesones, un maestro de niños y se destaca la falta que hacía en la población una maestra de niñas.