Los olivareros de Castilla -La Mancha, aunque otros años se metieron en marzo recogiendo aceituna, esta vez, tienen ya poco fruto pendiente para cerrar campaña. De hecho, en muchas comarcas de la región, o han terminado, o van recogiendo mantas, limpiando peines y vibradores hasta el próximo octubre o noviembre, con la esperanza de salir del bucle de dos cosechas cortas tan seguidas, de bajos rendimientos grasos, que han dificultado la comercialización por los altísimos precios, especialmente en estos últimos meses.
Porque, para que el sector enlace cada septiembre -con una mínima holgura- un año con otro, necesita un volumen de aceite sobrante de al menos 500.000 toneladas hasta que se moltura aceite nuevo. Si no cuenta con él, los precios empiezan a subir. Pura ley de oferta y demanda.
Y por eso, el propio agricultor o almazarero sabe que a partir de ciertas cotizaciones, el riesgo de que haya trasvase del consumo a otras grasas de semillas es elevado, aunque la regla no se haya cumplido estrictamente ahora con la sequía y otros factores al dispararse por ejemplo también el PVP del girasol por la guerra de Rusia en Ucrania, el principal productor de esta oleaginosa en la vieja Europa.
En un mercado tan globalizado, los canales de importación están siempre abiertos para suplir cualquier escasez tal y como viene ocurriendo con el aceite de oliva en el principal país del mundo que es el nuestro, lo que no significa que cuando falta cosecha aquí, no falte también allí, en esos otros puntos del Mediterráneo.
Por eso, para entender por qué un virgen extra ha superado ya los 9 euros kilo en el campo, solo hay que aplicar la regla básica de cualquier economía de libre mercado. Y saber que si en el mundo se consumen ya más de 3 millones de toneladas de esta grasa, toda la producción que esté por debajo genera un déficit que encarece el producto. Si a esto le restamos el margen de seguridad que los depósitos siempre tuvieron, y aderezamos la ensalada con una crisis económica generalizada que dispara la inflación y resta poder adquisitivo a las familias, tenemos el resultado de la ecuación, más allá de que alguna organización de consumidores haya puesto el foco en la especulación. Ya saben lo del río revuelto…
El ministro de Agricultura quiso explicar así que la suspensión temporal del IVA para el aceite, tal y como exigió Junts al Gobierno para convalidar los reales decretos anticrisis, contribuirá a que se modere el precio en el lineal, aunque dijo que «el auténtico factor inflacionario es el cambio climático» como queriendo esquivar la pregunta de por qué no se hace con la carne o el pescado.
Con lo cual, si ya llovió en otoño, y la próxima primavera fuera generosa en precipitaciones, ¿puede que estemos ante final de una burbuja que a muy pocos interesa para poder avanzar en la apertura de nuevos mercados? Las empresas exportadoras recuerdan que España ya manejó hace diez años una cosecha de más de 2 millones de toneladas de aceite de oliva, y que logró vender en los mercados exteriores más de la mitad. Aunque a otros precios, claramente.