El 'defensor' del Alcázar que fue fusilado por Franco

J. Monroy
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La web Nambrocario recupera la historia de Félix de Ancos Morales, que tras su fuga del acuartelamiento estuvo en el frente luchando con el bando republicano

El ‘defensor’ del Alcázar que fue fusilado por Franco

Gracias a diversas fuentes, incluso familiares, el investigador Juan Juste ha podido recuperar y difundir en la web Nambrocario el curioso caso de Félix de Ancos Morales, un descendiente de nambroqueños que comenzó la Guerra Civil como 'defensor' del Alcázar y la terminó fusilado por las fuerzas franquistas. Juste ha publicado su historia en el Facebook del grupo, donde no ha querido hacer mayores valoraciones, sabedor de que para algunos De Ancos Morales será un traidor, y para otros un héroe.

Cuenta el investigador que a Félix de Ancos le gustaba jugar al fútbol, aunque en 1935 sufrió una caída que le produjo una luxación de hombro. Había iniciado la carrera militar y aquel año era cabo en la Academia de Infantería. Quiso el destino que el 17 de julio estuviera destinado en el Alcázar, motivo por el que formó parte de las fuerzas que lo defendían.

De allí salió en varias misiones para acopiar alimentos. El 6 de agosto, por ejemplo, lo hizo en compañía del guardia civil Santiago García Benito a casa de Tordera, junto al castillo de San Servando, a recoger trigo y, dos días más tarde, con misión de buscar víveres con soldados de la Escuela Central de Gimnasia. Permaneció en el Alcázar poco menos de un mes, concretamente hasta el 10 de agosto.

En este punto, recoge Juan Juste que hay versiones contradictorias. El propio De Ancos declaró en 1939 que salió ese día una vez más, esta vez en compañía de los cabos José María Flores López y Eladio Román García, en buscar de alimentos para los sitiados a una casa que estaba junto a la de Tordera, y entonces fueron hechos prisioneros por unos milicianos que estaban escondidos en una alcoba de la vivienda. Contó que se hicieron pasar por evadidos, fueron conducidos al centro de la CNT y, después, al cuartel de Guardias de Asalto en la Fábrica de Armas, para ser llevados a Madrid y puestos en libertad después de permanecer día y medio en el Ministerio de la Guerra.

Nambrocario también recoge la versión de la familia de su hermano Gregorio, que contó que Félix salió del Alcázar por la promesa de un amigo de que les conseguiría un avión para huir a Brasil, pero fue capturado por las tropas republicanas, que lo obligaron a luchar con ellos.

Lo cierto, continúa la investigación, es que Félix de Ancos permaneció en Toledo, prestando servicio de guardia en Correos y Fábrica de Armas. Salió de la ciudad la víspera de la llegada de las tropas nacionales con la milicia del Brigada Céspedes, hacia Ajofrín y Aranjuez. Estuvo con la sección de la Fábrica de Armas en el frente de Algodor y, después, en el de Ciempozuelos, pasando más tarde al de Aranjuez. A fines de 1936 pasó a la 45° Brigada, con la que estuvo en el frente y ascendió a sargento, teniente y capitán. Hasta que lo detuvieron los nacionales cuando mandaba una compañía de ametralladoras del 180 batallón.

Consejo de Guerra. En abril de 1939, Juan Vique Bravo denunció en Aranjuez a Félix de Ancos Morales, y ese mismo día ingresó en prisión. El 9 de junio, continúa Nambrocario, tuvo lugar el consejo de guerra, en que se le condena a la pena de muerte, la cual es confirmada por la Auditoría de Guerra. Lo fusilaron en Aranjuez el 11 de julio, con 28 años, y lo enterraron en una fosa común del cementerio de Santa Isabel.

Los nacionales habían reunido testimonios que justificaban la «deserción y traición a sus compañeros» de Félix de Ancos. El guardia civil Cristóforo Vizcaíno Villarejo explicó que salían del Alcázar por alimentos en grupos de 14 o 16 personas al mando de un oficial, y no tuvo noticia de que 'los rojos' hiciesen prisioneros. Sí le constaba que hubo unos 33 desertores. Además, negó que en la casa donde capturaron a Félix hubiera habitaciones donde esconderse.

Por su parte, el Gobernador Civil de Toledo apuntó que tras su deserción fueron bombardeados los sitios en que se encontraban las cocinas, horno de pan y servicios indispensables para el mantenimiento de la defensa, por lo que sospecha que esa información la había proporcionado Félix.

Este también fue acusado cuando le detuvieron de la muerte de dos soldados de su compañía, ocurrida en diciembre de 1937. La versión de su denunciante fue que les asesinó cuando intentaban evadirse a las filas nacionales, aunque él se defendió argumentando que no fue él quien disparó. También lo acusaron de denunciar, a principios de 1939, a un comisario de su brigada por llevar escondida una insignia de la Falange.

Finalmente, Juste recoge en su investigación la repercusión de este caso en artículos de la prensa de la época, periódicos como El Socialista y El Sol, afines a la República. El 12 de agosto de 1936, dos días después de que Félix abandonara el Alcázar, lo entrevistan como uno de los ocho evadidos que lograron fugarse para «poder reunirse con las Milicias del pueblo». Allí se narraban las condiciones penosas y de baja moral de los refugiados.