En muchas ocasiones nos encontramos en la diatriba del 'si debo' o 'si puedo' hacer, decir, obrar o pensar.
Pero qué nos lleva a este momento de duda existencial, más allá de un entorno cambiante, de una situación social en proceso de encanallamiento acelerado en el que las personas que, hasta hace 4 días, éramos empáticos, simpáticos y agradables, ahora abundan los que han sacado a relucir problemas morales, de autocontrol e incluso de mentalidad débil y/o demasiado maleables por las circunstancias.
¿Se puede afirmar que el poder hacer se superpone al deber hacer del ser humano? Puedo, pero no debo, y así toman la justicia por su propia mano esos que están llenando las portadas con acciones violentas. Bien porque la sociedad haya ralentizado la acción de las instituciones, o bien porque abunda en exceso el silencio administrativo, o por la asquerosa condescendencia prepotente y clasista del que está, momentáneamente, en el machito, al final el Doctor Gadea tiene razón en su teoría de la 'machetización' de muestra sociedad. Y ese uso real o figurado del machete se puede visualizar en las agresiones y reyertas constantes, pero también al leer muchos hilos de Twitter, Facebook o en los grupos de Whatsapp.
Pero, el deber, esa responsabilidad moral y pública sobre el cumplimiento de lo que hay que hacer, siempre estará de parte de una sociedad en el que la moderación, el cumplimiento de la palabra dada, en el que la preocupación por los demás vale su peso en oro, tiene que tener su premio.
Pero nuestro castigo está en aguantar a los canallas que se aprovechan del silencio por la desmotivación, por la indiferencia ante lo que, realmente, ocurre a nuestro alrededor.
El poder hacer no debe seguir campando a sus anchas. Existe la posibilidad del deber actuar frente a lo que otros hacen sin deber, pero pueden hacerlo. No debemos ser cómplices de las acciones ilícitas. Los silencios motivan aún más al que, con actitudes chulescas trata de imponer su voluntad sin tener en cuenta el bien común.
El deber de cada persona hará que la vida desde nuestro vecindario, nuestra ciudad o país, pase a mejorar de manera exponencial, si no, seguirán creciendo los conflictos y eso afectará como un efecto mariposa de consecuencias impredecibles.