Pienso que las palabras pronunciadas hace un par de semanas por el diputado de Vox por Toledo Manuel Mariscal haciendo apología del franquismo en el Congreso de los Diputados no deberían ser retiradas del 'Diario de Sesiones' como ha decidido la presidenta Armengol, sino que habría de remarcarlas en negritas, para que jamás se olvidase el oprobio que producen. Tendría que hacerse así para que semejante baldón le persiga de por vida, perpetuándole cual ultraderechista Sísifo arrastrando la vergonzante carga de considerar que los años posteriores a la guerra civil no fueron una época oscura, sino de «reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional».
Pertenezco a una generación que ni en el colegio, ni en el instituto, recibió enseñanza sobre la guerra civil. Recuperada la democracia, se convirtió en un clásico escuchar cómo nuestros hijos repetían aquello de que en sus clases de Historia el programa nunca llegaba hasta esa etapa. Tras las vacaciones de Semana Santa, el último trimestre pasaba volando sin estudiarse más allá de la crisis del 98 o el reinado de Alfonso XIII. Desconozco si ahora la cosa ha cambiado. Amén del arcaico y negacionista sesgo ideológico que destilan, las palabras que Mariscal dijo, señalando, además, que gracias a las redes sociales nuestros jóvenes están conociendo la verdadera faz del franquismo frente a lo que «nos vende este Gobierno», son también fruto de ese déficit educativo.
Preocupa el revival franquista que intentando blanquear la Dictadura se propaga cada vez con más frecuencia desde determinados sectores. Al hilo de esto, reseño aquí algo que tangencialmente se me antoja parejo.
Con la finalidad de conjugar la creatividad artística reviviendo la historia de España, Puy du Fou ha convocado unos certámenes de pintura y literatura. Según las bases del segundo de ellos, el contenido de los textos presentados ha de enmarcarse entre la prehistoria y 1930. Semejante límite supone que quienes quieran optar a estos galardones no podrán escribir ni de la II República, ni de la guerra civil, ni del franquismo, ni de la Transición, ni de la España constitucional. Al igual que ocurría en los centros de enseñanza, el último siglo de la historia de España queda excluido del interés para los promotores del premio, pareciendo deslizarse, subliminalmente, aquel aforismo de que «lo que no se nombra, no existe», atribuido al filósofo George Steiner.
Ante semejante acotación temporal, susceptible de interpretaciones varias, turba pensar que para los convocantes de este premio el periodo histórico reciente pueda carecer de entidad épica, emocional, histórica y dramática para tratarse literariamente, algo que visto el éxito editorial de los 'Episodios de una guerra interminable' de Almudena Grandes, o las obras de Martínez de Pisón, se diluye cual pez de hielo en un whisky on the rocks, que diría Sabina. Así es que, como bien ha alertado Gabriel Rufián desde la tribuna del Congreso refiriéndose a los diputados de Vox, «están envalentonados como nunca y si no ponemos pie en pared nos van a comer».