El Blindado T-26B: testigo de acero de la Guerra Civil

Arx Toletum
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Se inspiró en el diseño británico del Vickers de 6 toneladas, adoptando y mejorando sus características para satisfacer las necesidades del Ejército Rojo. Hoy se puede admirar en los jardines exteriores del Museo del Ejército de Toledo

El Blindado T-26B: testigo de acero de la Guerra Civil - Foto: Documentacion

En los jardines del museo destaca el blindadoT-26B que se erigió como un icono de la innovación táctica en la guerra blindada de los años 30 del siglo XX. Desarrollado por la Unión Soviética a finales de los años 20, este vehículo blindado ligero jugó un papel crucial en múltiples conflictos, entre ellos la Guerra Civil Española.

El T-26B se inspiró en el diseño británico del Vickers de 6 toneladas, adoptando y mejorando sus características para satisfacer las necesidades del Ejército Rojo. Con una tripulación de tres hombres, este blindado estaba armado con un cañón de 45 mm, capaz de enfrentarse a la mayoría de los blindajes de la época, y con una o dos ametralladoras Degtyaryova (DT) de 7,62 mm para defensa contra la infantería. Su blindaje variaba entre los 10 y 15 mm de espesor que protegía contra las armas ligeras y fragmentos de granadas de artillería.

La movilidad del T-26B era notable, su motor de gasolina le permitía alcanzar velocidades de hasta 30 km/h y una autonomía de 240 Km. Cada rueda del blindado estaba montada en bogies de dos ruedas de apoyo dobles, cubiertas de goma y agrupadas en parejas. Este sistema de suspensión, basado en ballestas, permitía una adaptación eficaz a los variados terrenos del campo de batalla. La rueda dentada delantera movía las cadenas, mientras que la rueda trasera ajustable mediante manivela ejercía de tensora, asegurando una tracción óptima en todo momento. Los rodillos de retorno soportaban las cadenas de eslabones de acero, facilitando una movilidad sin igual y otorgándole una ventaja táctica clave sobre sus contemporáneos.

Su prueba más desafiante llegó durante la Guerra Civil Española. El 12 de octubre de 1936, el carguero Konsomol desembarcó en Cartagena los primeros 50 de un total de 281 T-26B enviados por la Unión Soviética  para apoyar a las fuerzas republicanas. Junto a ellos desembarcaron también 50 soldados y cuadros de mando a las órdenes del coronel soviético Krivosheim, que se trasladaron a Archena (Murcia) donde se había establecido un centro de formación para tripulaciones españolas.

El 29 de octubre de 1936 entraron en combate en Seseña (Toledo) en el frente de Madrid, introduciendo una  nueva dimensión en la guerra blindada en España.  A pesar de atacar a un enemigo que carecía de experiencia para enfrentarse a los carros de combate, aquellos soportaron el envite. La falta de apoyo adecuado y las dificultades logísticas demostraron ser un gran desafío a solucionar y la importancia de la coordinación entre las unidades blindadas y la infantería fue la lección aprendida. 

El legado del T-26 va más allá de sus especificaciones técnicas o su participación en batallas individuales. Representa un periodo de transición en la guerra blindada, señalando el paso de los primeros conceptos de blindados ligeros a una era de vehículos más avanzados y especializados. Su uso la Guerra Civil Española proporcionó lecciones valiosas sobre la evolución del combate acorazado que tuvo su aplicación tecnológica y táctica en la Segunda Guerra Mundial. 

Para los visitantes, este blindado es una ventana a un pasado complejo y turbulento, una lección viviente sobre el ingenio humano en tiempos de guerra, un legado de acero que narra la evolución tecnológica en el arte militar.