El pregonero de la Fiesta del Olivo de Mora este año no es un artista invitado ni un político de renombre, es alguien mucho más especial. Ángel Lumbreras, trabajador municipal jubilado, que ha sido parte esencial del nacimiento, crecimiento y consolidación de una de las celebraciones más queridas de la localidad.
Corría el año 1957 cuando un joven Ángel Lumbreras comenzaba su trayectoria laboral y, sin saberlo, también su vínculo eterno con la Fiesta del Olivo. «Yo empecé en el año 1957, cuando fue la primera fiesta. La última que hice fue en 2004. He vivido 47 fiestas del Olivo», recuerda con una mezcla de orgullo y emoción.
Desde entonces, Ángel ha sido testigo directo de cómo una celebración local, surgida de la tradición de homenajear a los jornaleros tras la campaña de la aceituna, fue creciendo hasta alcanzar categoría nacional.
Después de toda una vida entregado a la organización, presentación y promoción de esta fiesta, en 2024 recibió una llamada que jamás imaginó: «El alcalde me dijo que la Junta de Gobierno local había acordado que debía ser yo el pregonero este año. Me dio muchísima alegría. Fíjate, he presentado más de treinta pregones... ¡y nunca pensé que acabaría siendo yo el pregonero!».
Para Ángel Lumbreras, este nombramiento no es solo un honor, sino una forma de revivir todo lo vivido durante casi cinco décadas al frente de la fiesta. «Es un recuerdo que me viene bien. Pensar todo lo que ha pasado, lo que no pasó… Me parecía mentira, de verdad, sentarme en las gradas como público, después de tanto tiempo organizándolo todo», considera el pregonero.
Su entrega no ha pasado desapercibida. En 2004 recibió la Medalla de Oro de la Fiesta del Olivo, y años antes, en 1985, fue condecorado con la Medalla del Mérito Militar de tercera clase por su labor en el área de reclutamiento, dentro de su cargo como funcionario del Ayuntamiento de Mora. «Fue en la Academia de Infantería de Toledo, el 8 de diciembre. Nunca pensé que viviría algo así», confiensa con orgullo.
Pero más allá de las medallas, lo que Ángel guarda con más cariño son los momentos compartidos con los vecinos, los preparativos bajo la lluvia, la ilusión de los jóvenes diseñando carrozas o el día que, pese al mal tiempo, el desfile pudo celebrarse por la tarde.
De fiesta local a nacional. «Cuando esto empezó, no sabíamos si iba a durar. Era algo individual, los patronos invitaban a sus trabajadores a una comida tras la recogida de la aceituna. Pero alguien tuvo la idea de hacerlo de forma colectiva y mira dónde estamos hoy, en la edición número 67», relata.
Lo que empezó siendo algo íntimo, hoy atrae a miles de visitantes, con concursos de poesía, exposiciones de aceite, pruebas de habilidad con tractores y un desfile que es orgullo del pueblo. «Y todo eso gira en torno a una sola cosa, el olivo. Es lo que nos une y lo que da sentido a esta fiesta», asegura Lumbreras.
Ángel tiene claro que el futuro de la Fiesta del Olivo está en las manos de las nuevas generaciones. «Son los jóvenes quienes hacen las carrozas, quienes participan con ilusión. Sin ellos, esto no seguiría. Por eso, hay que motivarles, hacerles partícipes. La gente joven es el alma de la fiesta ahora», considera el pregonero de este año.
Cuando se le pregunta qué siente al mirar atrás, Ángel responde con humildad que sólo puso su «granito de arena gracias a que era funcionario» y le gustaba la festividad. «Jamás pensé que la gente me fuera a recibir así. Salgo a la calle y todos me paran, me felicitan, me llaman por mi nombre. Eso no se olvida», reconece con emoción.
Y si pudiera hablar con ese joven que empezó en el Ayuntamiento hace casi siete décadas, le diría: «No te imaginas lo que vas a vivir. Ni que acabarás siendo el pregonero de algo tan grande», concluye Ángel Lumbreras.