Toledanos de cine (XIV)

José García Cano
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Ya en la facultad participó en varias obras de teatro e incluso fundó el Teatro Universitario de Medicina. Debutó en el teatro Beatriz con la obra Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, bajo la dirección de Gustavo Pérez Puig

Toledanos de cine (XIV)

El actor José María Prada Oterino nació en Ocaña el 31 de marzo de 1925 y estudió Bachillerato en Salamanca, trasladándose posteriormente a Madrid, donde cursaría estudios de medicina. Si algo tenía claro José María desde muy joven, era su pasión por el teatro, ya que como él aseguró en varias ocasiones, el amor a las tablas le venía desde niño, a pesar de que las circunstancias no le fueran propicias para comenzar la carrera interpretativa, entre otras causas por la época en la que le tocó vivir, muy complicada para los actores en España. Por otro lado, la familia de José María no vio con buenos ojos que se dedicara a este oficio y por ello le obligaron a matricularse en la carrera de medicina, la cual terminó con éxito, aunque nada más finalizar sus estudios le dijo a su padre: «Yo he sacado medicina como queríais, pero quiero ser actor…». Ya en la facultad participó en varias obras de teatro e incluso fundó el Teatro Universitario de Medicina. Debutó en el teatro Beatriz con la obra Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, bajo la dirección de Gustavo Pérez Puig. Representó diversas obras clásicas de Lope, Calderón o Tirso de Molina. 

Aunque sus primeros pasos en la interpretación fueron en el teatro, muy pronto se sumergió en el mundo del cine en una época en la que Bardem y Berlanga estaban comenzando a dirigir y de hecho Prada intervino en algunas de sus películas. Sería en 1954 cuando ruede su primer largometraje con un pequeño papel en Cómicos (Antonio Bardem). En esta primera época cinematográfica destacamos títulos como El verdugo (Luis G. Berlanga, 1963) o La tía Tula (Miguel Picazo, 1963), donde encarnó el papel del cura del pueblo, gracias al cual consiguió el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos en 1964. En 1967 recibió el premio San Juan Bosco que concedía la revista Fotogramas por sus trabajos en televisión. 

También estuvo durante unos años trabajando como actor de doblaje, algo que le sirvió para poder ver las películas en su versión original, como a él le gustaban. Algunos de los actores a los que dobló fueron Tony Curtis en Los vikingos (Richard Fleischer, 1958) o Dennis Hopper en Gigante (George Stevens, 1956). Posteriormente y ya con la generación de Saura, Picazo o Regueiro, vuelve al cine como actor, con papeles que le darán mucha fama entre el público del momento e iniciando un periodo en el que Prada interviene en películas de cine comprometido, como así las denominó él mismo. De esta época destaco La caza (Carlos Saura, 1966) una genial recreación de una jornada cinegética en la que también participaron maestros del cine como Emilio Gutiérrez Caba o Alfredo Mayo y por la que nuestro toledano recibió en Barcelona el Premio Sant Jordi a la mejor interpretación. Prada se quejaba de que la censura del momento no dejó expresarse al cine español como debía, y por extensión a los directores, guionistas y actores del momento. Su filmografía continúa con Oscuros sueños de agosto (Miguel Picazo, 1967), Vivan los novios (Luis G. Berlanga, 1969) y Cao-Xa (Pedro Mario Herrero, 1971) curiosa película rodada en Vietnam en la que se relata lo ocurrido en este pueblo norcoreano tras ser atacado por el Vietcong. Volverá a trabajar bajo la dirección de Saura en Ana y los lobos (Carlos Saura, 1972) y en la última etapa de su carrera cinematográfica lo encontramos en la película Rebeldía (Andrés Velasco, 1978) y en El gran atasco (Luigi Comencini, 1978) que se rodó en Italia. 

Toledanos de cine (XIV)Toledanos de cine (XIV)No podemos olvidar los diferentes trabajos que José María Prada realizó en televisión, sobre todo en los años 60, algunos de ellos dentro del mítico programa Estudio 1. Entre otras, también apareció en la serie Pili, secretaria ideal (1975), en Teatro de siempre, donde grabó hasta siete programas y en Primera fila con numerosas intervenciones. 

Este maravilloso actor toledano falleció en Bilbao el 13 de agosto de 1978 a causa de un infarto de miocardio y con tan solo 53 años. A la capital bilbaína llegó acompañando a unos amigos, entre ellos al matrimonio Osinaga. Como curiosidad, el sábado de aquel fatídico fin de semana para Prada, fue a ver la película Ocaña (Ventura Pons, 1978), la cual le gustó mucho a nuestro actor, como así les manifestó a sus amigos, siendo desgraciadamente esta, la última película que viera José María. Como diría en una entrevista Tomasa Losa, la esposa de Pedro Osinaga, «hemos perdido un actor extraordinario, pero sobre todo hemos perdido un amigo y un ser humano más extraordinario». José María Prada sería enterrado en su localidad natal, Ocaña, a cuyo funeral asistieron diversas personalidades del cine, del teatro y de la televisión, que se desplazaron hasta Ocaña para darle el último adió a este genial actor. Como se suele decir, murió con las botas puestas, recién llegado de Italia de un rodaje, y preparándose para el estreno de El sirviente, junto a María Asquerino, demostrando hasta el último momento su amor hacia el oficio de la interpretación que tan bien desempeño en su fructífera carrera. El propio Prada dijo en una entrevista que no le tenía miedo a la muerte, ya que la propia muerte «era un estado naturalísimo». Y terminamos con otras palabras de nuestro protagonista de hoy, el cual definió muy bien en qué consistía su trabajo: «El actor es un vehículo para enseñar y distraer. Creo que, más que nada, para enseñar a ser mejores a los hombres».