Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Kafka y la Evau

10/06/2024

Supongo que ustedes, como todo hijo de vecino o butanero, si en algún momento de su vida han estudiado y hecho exámenes, sufren pesadillas relacionadas con el temita. 
Soñarán con esa oposición de la que se sabían todo, pero no recuerdan nada. La última convocatoria que si palma supondrá la expulsión fulminante de sus estudios sin más futuro que un grito desgarrado y la irrevocable caída en la mendicidad. El boli que jamás pinta por muchos recambios que lleve. Quedarse en blanco ante la mirada inquisitiva y carcajada cariada del odiado y asesinable profesor que le hizo aborrecer una asignatura para siempre…
El otro día desperté de buena mañana, tras un sueño intranquilo, rodeado de folios desordenados llenos de problemas de matemáticas furiosamente resueltos. 
Una voz lejana y maternal se despedía informándome de que tenía que marchar a rematar mi último examen de evau. Me sorprendí en la cama convertido en un nervioso alumno. Tumbado sobre mi espalda casi atlética, al levantar un poco la cabeza, veía mi cuerpo aún adolescente que no acababa de asumir que se estaba jugando su futuro.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensé. 
No era un sueño. Mi habitación, una auténtica habitación de estudiante, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, hasta hoy tenía entendido que era del Barcelona, sobresalía un poster de Vinicius, de quien me había caído un texto el día anterior en Lengua Española, una sorpresa, ya que estaba convencido de que me caería Kafka, por su centenario y porque en España somos muy de acordarnos de la gente solo cuando muere.
Mi mirada se dirigió hacia la ventana, el bochorno me recordaba que ya empezaba el infierno toledano. 
«¿Qué pasaría si durmiese un poco más y olvidase estas chifladuras?» 
Pero era imposible, debía ir a la Fábrica de Armas, acabar mi examen de Matemáticas y quién sabe si luego despertarme para continuar con mi nueva vida.
El viaje hasta la Fabrica transcurrió sin novedad, la ciudad era la misma, el autobusero no saludaba, algunas caras me sonaban, incluso alguien me interpeló a lo lejos por mi nombre, pero íbamos con prisa porque cada cual fluía ineluctablemente hacia su clase, su pupitre, su examen.
Estoy extrañamente confiado, nada saldrá mal… pero empiezo a leer las preguntas y algo no cuadra: datos innecesarios, preguntas esquinadamente formuladas…  ¡erratas! 
Tomo aire, no puede ser, ¿seré yo el errado?, un examen crucial que revisa tanta gente, tan preparada…  dudo, nunca me salí en matemáticas, debí estudiar más. No te rayes, respira, aprieta los dientes, lucha. Esto no es Bambi…
Estoy exhausto, debí sobarme tras el esfuerzo. Estoy solo en el aula. Se oyen fuera imprecaciones, suspiros, lloros. Me levanto y me piro. Un bedel sonríe compasivo. 
En casa no hay nadie. Recibo un meme de una guadaña diciendo: «Empatizo con ellos, les animo a que tengan tranquilidad". El martes salen las notas, veremos si despierto de un sueño o en una pesadilla. 
No es ningún chollo levantarse, según qué días, con dieciocho años.