La provincia ha sumado 51.526 vecinos entre julio de 2014 y agosto de 2024, desde los 695.251 censados de entonces a los 746.777 residentes contabilizados en la última revisión trimestral. El crecimiento, expresado en términos relativos, asciende al 7,4%. Aunque la expansión poblacional se correlaciona con la juventud y las primeras etapas de la adultez, el desglose de la pirámide demográfica por cohortes confirma el progresivo envejecimiento de Toledo.
Durante el último decenio, el número de personas mayores de 65 años se ha incrementado en 16.497 vecinos. Por encima de la edad de retiro laboral hay 131.829 toledanos, frente a los 115.332 de 2014. El tamaño de este colectivo es un 14,3% más grande. El grupo que se corresponde con la tercera edad ha aumentado casi el doble que el conjunto de la población en la provincia.
El 17,6% de los toledanos transitan por la etapa que, de forma general, marca el final de la actividad profesional. En 2014, la proporción era del 16,6%, un punto menos.
La evolución demográfica en la primeras etapas vitales muestra un comportamiento inverso. El repunte de población que vive la provincia no se traslada a las edades más tempranas. Mediado 2014, el número de niños menores de 16 años alcanzaba los 122.997 toledanos. En la última revisión de la Estadística Continua de Población, publicada la pasada semana, la cifra mengua hasta los 118.114 vecinos. Son 4.813 menos las personas residentes que tienen entre los 0 y los 15 años.
El peso de este grupo sobre el conjunto de la población toledana se sitúa en el 15,8%. Sin embargo, diez años atrás, era del 17,7%, casi dos puntos más. El repunte en el número de vecinos no ha rejuvenecido la provincia, un dato que se explica por la natalidad decreciente en el territorio.
La comparativa entre ambos grupos confirma el sorpasso de los de edad más avanzada. El colectivo de mayores de 65 años acumula 13.645 personas más que el de menores de 16 años. Hace diez años, los niños suponían 7.665 vecinos más que los residentes longevos.
Entre las cohortes de más edad destaca, además, el número de centenarios. En el ecuador de 2014, la provincia tenía a 165 vecinos con al menos un siglo de existencia. Actualmente, son 342 las personas que han sobrepasado una barrera que, hace apenas unas décadas, resultaba excepcional. Desde los 85 años en adelante, la provincia tiene 24.029 vecinos, por los 20.616 que acumulaba con tal condición hace diez años. El alza llega hasta el 16,6%.
RETOS. El envejecimiento de la población provincial ahonda en una nueva realidad en el ámbito social. La presencia emergente de personas mayores y menguante de niños augura cambios en las prioridades de las políticas públicas.
Los efectos de la longevidad son visibles en el gasto público en pensiones, una situación que se acrecentará con la progresiva jubilación de la generación del baby boom. A fecha de 1 de octubre, la Seguridad Social contabiliza 78.939 prestaciones por retiro laboral, a razón de 1.332 euros mensuales de media. Además, se pagan unas 30.000 pensiones de viudedad y algo más de 11.300 por incapacidad permanente.
Por otra parte, la longevidad necesitará de un mayor gasto en salud, dada la mayor frecuencia con que este colectivo visita la consulta del médico.
Al mismo tiempo, el menor número de niños que de personas retiradas necesitará de la importación de mano de obra para el sostén de las inversiones y el estado del bienestar.