«Al corro de la patata, comeremos ensalada, lo que comen los señores, naranjitas y limones, achupé, achupé, sentadita me quedé». Es lo que canta la vieja canción infantil, tan esquemática y repetitiva como la dinámica añeja, vieja canción igualmente, en la que una parte de la izquierda española se empeña en encorsetar su mensaje político a pachas con las fuerzas regresivas y reaccionarias del independentismo. El corro de la patata entre ambas partes de la entente cordial es viejo y repetitivo como el entrañable soniquete infantil y proporciona alivios políticos a corto plazo, posibilidades de mantener el poder, pero también grandes descalabros electorales. Los españoles no quieren, porque sencillamente no lo han votado, que la insolidaridad rija sus destinos. El gran lastre de una parte de la izquierda española es no saber mirar para otro lado, empeñarse en que la construcción del país solamente puede venir de la mano de los que quieren destruirlo
Una y otra vez, siempre la misma historia. Lo estamos viendo estos días con la conformación programática de lo que irá electoralmente a la izquierda del PSOE y que a la postre le tendría que servir a Pedro Sánchez para seguir en Moncloa. La discusión se centra en qué manera se incluye la consulta sobre la independencia en Cataluña en el programa, si en forma de preguntar a los catalanes que les parece lo que se acuerde en una hipotética mesa de negociación, o con la proposición programática de un referéndum de autodeterminación puro y duro. La primera opción es lo que sostiene Yolanda Díaz, empeñada, al mismo tiempo, en colocar su mercancía siempre bajo el paraguas de la amabilidad y la sonrisa. Pedro Sánchez, mientras tanto, mira para otro lado. Algunos barones, como Emiliano García-Page, convertido ya en punta de lanza argumental de un PSOE sin concesiones a la reacción independentista, vuelve a sacar pecho contra los reaccionarios.
¿Acaso es tan difícil percibir que la gran bofetada que se le dio al sanchismo en mayo y la que se le puede dar en julio es mucho más por motivos políticos que económicos?. El corro de la patata es de las mayores inmundicias en las que puede estar metida la política española. ¿Con que legitimidad puedes hablar d Vox si estás pactando y poniendo la alfombra, indultando, a los que intentaron quebrantar la legalidad e imponerse en Cataluña con un proyecto totalitario a la otra mitad de los catalanes en un golpe grotesco y unilateral?. Fue en 2107, no hace demasiado tiempo. Se equivocan o nos equivocan los que pretenden hacernos creer que ahora Cataluña está pacificada. Ahora lo que ocurre, más bien, es que los independentistas, tras el órdago fallido, templan gaitas porque están debilitados y con su chantaje al Gobierno, a cambio de "gobernabilidad" y aritmética parlamentaria, preparan el terreno para volver a intentarlo. Romper el corro de la patata es urgente para que la política española salga del callejón sin mucha salida en la que lleva inmersa casi hace diez años.
Pedro Sánchez nos mintió cuando dijo que lo suyo no iba de pactar con Bildu y con los independentistas, a los que indultó, primero, y después eliminó el delito por el que fueron condenados. En ese pecado va grabada la mayor parte de la penitencia que comenzó a probar en las elecciones de finales de mayo, y en el PSOE también lo saben. En el fondo los españoles son conscientes de lo difícil que ha sido construir el edificio en le que llevamos habitando desde 1978, y al mismo tiempo la precariedad de sus muros de carga. Con eso no se puede jugar. Por eso, Pedro Sánchez, que ciertamente ha tenido que afrontar problemas inimaginables para otros presidentes del Gobierno, lo tiene ahora muy complicado electoralmente. Es discutible si la gestión de la pandemia fue la más acertada aunque es indiscutible la gravedad de la situación a la que tuvo que hacer frente, en algunos momentos con una gran dosis de irresponsabilidad por parte de los partidos de la oposición, pero lo que finalmente es inadmisible para una gran parte de españoles, también catalanes y vascos, es la mentira sistemática sobre cuestiones fundamentales a la hora de abordar la gobernabilidad del Estado. No es lo mismo ocho que ochenta, y las compañías también cuentan, pero sobre todo cuenta el no mentir a la hora de decir con quien va a ir uno de la mano, aquello del corro de la patata.