El obrador Masa Madre celebró ayer el 128 aniversario del nacimiento del escultor Alberto Sánchez, que antes de poder dedicarse exclusivamente a la pintura y a la escultura, trabajó en los más variados oficios, incluido el de panadero. Por esta razón, un grupo de toledanos, capitaneados por el escritor, periodista y columnista de La Tribuna, Enrique Sánchez Lubián, han celebrado un cumpleaños compartiendo unas pastas en forma de estrella elaboradas exprofeso para la ocasión. A la celebración se somó el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Toledo, Teo García, que aseguraba que «dar a conocer a la sociedad toledana los personajes ilustres de la historia contemporánea de la ciudad es uno de los objetivos del Ayuntamiento». Para ello, a través del programa Toledo Educa, se van a incorporar propuestas dirigidas a los escolares para acercar a las aulas la vida y obra de pintores, escultores, escritores, músicos y artistas de otras disciplinas.
Como explicó Enrique Sánchez Lubián, la familia de Alberto Sánchez era muy humilde. Su padre, Miguel Sánchez Gutiérrez, fue zagal de pastor y luego panadero en una tahona de la calle Ancha. Su madre, Amalia Pérez Pardo, procedía de Bargas, y era sirvienta. En aquellos primeros años del siglo XX, en el ámbito de las sociedades obreras, nuestro oficio era conocido con el evocador sobrenombre de las 'Artes Blancas'.
Con un burro, el niño Alberto recorría cigarrales y ventas repartiendo el pan que horas antes había horneado su padre. En aquellas sendas y caminos, observando la tierra, el Tajo, el campo y sus colores, encontró repuestas a muchas de las inquietudes artísticas que años después se le plantearían, cuando junto a Benjamín Palencia crearon la Escuela de Vallecas.
Pastas elaboradas por 'Masa Madre' con motivo de la efeméride.En 1905, en busca de mejor horizonte económico, su familia se trasladó a Madrid. Él se quedó aquí, trabajando en una fragua. Las chispas del fuego le dañaron la vista y con doce años abandonó Toledo para reunirse con sus padres.
En la capital quiso entrar en la Escuela de Artes y Oficios para aprender a dibujar, pero no le admitieron por carecer de enseñanza primaria, por lo que se vio abocado a ser autodidacta. Y mientras visitaba museos para ir descubriendo a los grandes maestros de la pintura y la belleza del antiguo arte ibérico, Alberto modelaba escayolas en el taller de un escultor decorador, aprendía a leer y a escribir, y dibujaba por los cafés madrileños.
A los veinte años volvió al oficio de panadero, que mantuvo hasta marchar a Melilla para cumplir el servicio militar. En aquellas tierras, y sin otras obligaciones que las derivadas de su permanencia en el Ejército, Alberto dibujaba sin parar y se adentraba en la escultura, tallando piedras calizas y maderas. De regreso a Madrid, ya licenciado, retornó a la panadería y en ella permaneció hasta que en 1926, cuando su nombre ya empezaba a ser conocido en los ambientes artísticos, la Diputación Provincial de Toledo le concedió una beca, durante tres años, para que pudiera dedicarse al arte.
El escritor y periodista Enrique Sánchez Lubián glosó la figura de Alberto Sánchez.La cantidad asignada, a petición de varios artistas madrileños, fue de 2.500 pesetas anuales, equivalente al salario de un oficial de panadería. Gracias a esta ayuda, Alberto Sánchez Pérez se convirtió en Alberto, el artista genial, único e irrepetible que quiso dar un sentido español y castellano a las vanguardias que llegaban allende nuestras fronteras.
Alberto siempre llevó a gala su condición de tahonero. Al igual que con sus manos amasaba en las madrugadas madrileñas panes candeales, por las tardes desarrollaba las trazas de una nueva forma de concebir el arte español con raíces muy profundas en los campos toledanos y las arcillas alcaén de las cercanas tierras de la Sagra, combinándolo con las floridas y ancestrales formas de aquellos panes, roscas y pastas que antaño se cocían en las fiestas más tradicionales de nuestros pueblos.
Pocos artistas como Alberto han concitado tantos elogios de escritores, pensadores o creadores coetáneos. Y también del hoy. En los textos que sobre él nos han legado figuras como Rafael Alberti, Pablo Neruda, Jorge Oteiza, Luis Buñuel o Miguel Hernández, las referencias a su antiguo oficio se repiten.
«El panadero Alberto –escribió Hernández en 1935-, que apacentó tanta espiga en el fuego, como yo tanta cabra en la hierba, saltó de la harina al barro, se apoderó de su lívida espuma en alianza con la piedra y el papel, y de su mano comenzaron a surgir toros más poderosos que los de hueso y carne, monstruos minerales como leones y toros revueltos en lucha, árboles que miran desoladamente la perdición de sus ramas en las carboneras huracanadas, hembras y machos con carne de alfar, vellos de esparto, ropa de hueso plegado, pastores como monolitos amenazadores, cementerios como pequeñas plazas taurinas pintadas de cal y de muerte, pajares con incendios, molinos con locuras, matorrales, y los demás elementos del campo de Castilla».
«Panadero de piedras de los ríos», dijo de él Alberti en uno de los poemas que le dedicó; y Neruda gustaba llamarle «panadero de Toledo y escultor de España».
Alberto falleció en Moscú 1962, a donde marchó durante la Guerra Civil para enseñar dibujo a los niños y niñas que la República evacuó a Rusia durante el conflicto. Desde su salida, no pudo regresar a España. Su amor por nuestro país y nuestra cultura lo trasladó a cuantos decorados realizó allí para ballets, obras de teatro y películas inspirados en obras de García Lorca o nuestro universal Don Quijote.
En la actualidad en espacios públicos de nuestra capital, de la que Alberto es Hijo Predilecto desde 1995, se puede disfrutar de dos obras suyas: 'Mujer Toledana' en el Paseo de la Vega y en la plaza de Barrio Nuevo, en la Judería, una pequeña réplica de 'El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella', cuyo original, de 12,5 metros de altura, se exhibió a las puertas del pabellón de España en la Exposición Universal de París de 1937, en cuyo interior se mostró al mundo el Guernica' de Picasso. También en en la 'Colección Roberto Polo. Centro de Arte Contemporáneo de Castilla-La Mancha' (CORPO) se exponen una veintena de esculturas y dibujos donados por su familia en los años setenta para el hoy desaparecido y reivindicado Museo de Arte Contemporáneo de Toledo.