Estamos viviendo jornadas de auténtico disparate institucional, en las que lo mismo se utiliza el Parlamento para forzar una renovación de RTVE que, en realidad, es una 'toma' de la televisión pública por parte del Gobierno, que se afea al jefe del Estado que vaya a consolar aflicciones y a escuchar improperios por parte de gente que necesita desahogarse ante la máxima jerarquía institucional.
Unas jornadas en las que hemos expuesto el prestigio de las Fuerzas Armadas y hemos evidenciado la escasa coordinación entre el poder central y el autonómico cuando realmente tal ajuste más se necesita, es decir, en tiempo de catástrofe. Hemos puesto en causa la ordenación territorial, el Parlamento, las Fuerzas Armadas y al propio Rey. Todo, en esta dolorosísima circunstancia en Valencia, ha sido casi un disparate. Al que hay que ponerle inmediata solución.
La polémica acerca de si el Rey Felipe VI y la reina Letizia debían o no haber aparecido en el corazón de la tragedia de la Comunidad Valenciana, manchándose de barro y de lágrimas, me parece una de las más surrealistas de tantas polémicas absurdas como nos han devastado, junto con no pocas 'fake news', esta semana de pasión. Decir, como se ha dicho, que Felipe VI acudió a Paiporta sin haberlo consultado con el Gobierno, o contra los deseos del Gobierno, es, cuando menos, una falacia malintencionada: pues claro que el Rey consulta sus viajes y sus actos con el Ejecutivo de turno. Otra cosa es que la firmeza de los reyes aguantando a pie firme el chaparrón de protestas contrastase con la presteza con la que Pedro Sánchez puso tierra por medio. El contraste entre la actitud de uno y otro queda ahí reflejado, pero de eso ¿qué culpa tiene el Rey?
La batalla política tras la desgracia humana ha sido, sin más, miserable. Decir, como se ha dicho en algún titular importante, que Feijóo "pide a La Moncloa que asuma el mando y aparte a Mazón" es al menos inveraz: nada de esto pidió Feijóo al Gobierno central, al que el presidente del PP se limitó a recordarle, superando una primera y desafortunada etapa de improperios, que es el Ejecutivo central quien debe asumir el mando de operaciones como la reconstrucción tras la catástrofe y la convocatoria del estado de alarma, que, por cierto, inexplicablemente no se ha realizado. Al tiempo, una bandada de 'fake news' ha inundado nuestras redes sociales como fruto de la eterna batalla entre las diversas Españas. Todo ello, aderezado por los denuestos de algún significativo intelectual, que se despachó a gusto llamando "gentuza" al presidente del Gobierno, al de la Generalitat, al ministro del Interior y a quien se le puso por delante.
En estos casos, lo mejor es siempre mantener extremadas las cautelas: pedir dimisiones, jueces y cárceles es demasiado simple, ¿no? Y eso va también por algunos energúmenos que gritaron en Paiporta "asesinos" al Rey, al jefe del Gobierno y al president de la Generalitat, mientras les lanzaban barro y diversos objetos, y no quisiera olvidarme de mencionar al tipo que, por la espalda, le dio a un palo a Pedro Sánchez. Me parece increíble que ese individuo, que se ha convertido en un cobarde delincuente, no haya sido ya detenido y puesto a disposición de un juez: ¿dónde estaba el servicio de protección a los mandatarios?
Todos, en suma, hemos errado, incluyendo, por supuesto, a no pocos de los que de una manera u otra hacemos los medios de comunicación. Menos mal que algunos dirigentes políticos parecen empezara entender que el camino de la confrontación no llevaba a ninguna parte, y ahora el tono es, al menos, algo distinto.
Al margen de innecesarias lisonjas, creo que quienes mejor cumplieron con su papel fueron los reyes Felipe y Letizia, que hicieron lo que ellos se esperaba, incluso afrontando algún riesgo (lo que, por supuesto, ya les ha sido reprochado por esos fervientes cortesanos más monárquicos que la propia Corona): estar allí, procurando consuelo a los damnificados en la medida en la que pudieron hacerlo, y demostrando que, al fin y al cabo, el Estado tiene representantes capaces de emerger en una tragedia como esta. Por supuesto que tenían que estar allí. Es más: creo que han hecho historia, mientras otros se perdían en medio de la histeria.