«Las montañas son los últimos refugios emocionales que quedan»

Á. de la Paz
-

Sebastián Álvaro presenta '1924. Everest. El enigma de Irvine y Mallory', su último libro. Además, recuerda su paso por 'Al filo de lo imposible' y desgrana su pasión por el alpinismo y la aventura

Sebastián Álvaro es el autor de '1924. Everest. El enigma de Irvine y Mallory'. - Foto: Luis López Araico

Su último libro es 1924. Everest. El enigma de Irvine y Mallory. Cuenta una historia de pioneros, una gesta misteriosa.

Hoy está más de actualidad que nunca. Ayer [se refiere al jueves], al parecer, encontraron una bota de Andrew Irvine y se ha vuelto a reactivar el enigma de Irvine y Mallory. La gente que quiera saber, interesarse por ese caso, lo que tiene que hacer es aquello que decía Paco Umbral de comprar «mi libro». Es un ensayo, un tratado no sólo sobre la historia y el misterio de su desaparición, sino una mirada sobre toda aquella generación de alpinistas románticos británicos, aventureros, exploradores y cartógrafos que a finales del siglo XIX y principios del siglo XX llevaron a cabo, probablemente, una de las mayores hazañas geográficas de todos los tiempos.

Los protagonistas son dos británicos, un isla sin grandes cimas.

Parece una contradicción, una paradoja, pero no lo es. La gente que inventa el alpinismo son los ilustrados. El alpinismo tiene más que ver con la cabeza que con la ubicación de las montañas. No es extraño que ocurriera en aquellos momentos románticos de la Ilustración, el Romanticismo y la sed de conocimientos y de aventura; tampoco que ocurriera en el momento álgido del imperio dominante, que era el Británico y llegaba desde el Reino Unido hasta la India e islas pérdidas en los oceános Pacífico e Índico. A ellos les corresponde llevar a cabo la tarea de cartografiar y medir las montañas más altas de la Tierra.

Avanzaron poco a poco: las primeras ascensiones importantes fueron en los Alpes, desde finales del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XIX. En 1865, Edward Whymper escaló el Cervino. En su gran mayoría fueron pequeños burgueses británicos porque son la gente que tiene medios económicos como para poder ir a los Alpes, contratar guías y dedicarse a la actividad de escalar montañas, tan placentera como poco útil desde el punto de vista comercial. De los Alpes terminaron yendo al Himalaya y al Karakórum. E incluso, a los polos porque estaban también en la carrera por los tres polos de la Tierra.

Al filo de lo imposible acumuló años de presencia televisiva.

La primera expedición fue en 1981 y la última en 2008. Lo que ocurre es que los programas que dejé montados en 2008 se siguieron emitiendo en 2009 y 2010. Son prácticamente 30 años. Pero es que este verano, hace unas semanas, estaba emitiéndose Al filo. Con 355 capítulos, somos la serie más vendida, más prestigiosa y que más tiempo ha durado en la televisión.

¿Cómo nació su vínculo con la montaña?

De mi sierra cercana del Guadarrama. Empecé allí y enseguida aprendí y me fui a escalar a los grandes macizos españoles, Picos de Europa, Pirineos, Sierra Nevada y el Teide. De allí, di el salto que se solía hacer en aquellos tiempos a las grandes montañas de los Alpes, Cervino y Mont Blanc. Ya eran escaladas más o menos atrevidas en hielo, en roca, en mixto. Y, de repente, hice un primer programa que tuvo mucho éxito y nos dieron el premio de Festival Internacional de Cine de Montaña de San Sebastián. Después me invitaron a ir al Karakórum a rodar en dos ochomiles y hasta hoy, que sigo escalando y haciendo aventuras y documentales.

Pasaron por todos los ochomiles y los grabaron.

Al filo hizo más de 60 expediciones a montañas de más de 8.000 metros. Gracias a nosotros se hicieron, aproximadamente, más de 300 cimas que superan esa altitud. Fue un movimiento irrepetible en el mundo: Televisión Española no sólo hizo los mejores equipos de aventureros sino que, sobre todo, fomentó actividades de aventura y montaña. Llegamos a ser los número uno mundiales en himalayismo, pero también en espeleobuceo, kayak, vuelo en parapente y ala delta, paramotor o globo. 

Al filo y El hombre y la Tierra hicieron más civilizado a nuestro país, nos reconciliaron con el medio ambiente, la fauna y la gran aventura. Además, nos enseñaron la importancia de la conservación de esos últimos espacios virginales que quedan en el planeta y que son, básicamente, las montañas.

¿Le preocupa la masificación en el Himalaya?

Me preocupa que esté muriendo mucha gente inútilmente que no tenían que estar allí. Además, están contaminando las montañas porque no las tienen respeto ni el mínimo de dignidad para cuidar los últimos espacios salvajes de la Tierra. Va mucha gente que no está preparada a lugares que no conocen y no respetan. Y de vez en cuando la montaña se mueve ligeramente.

En la parte superior del Everest hay más de 300 cadáveres. Y más basura que en ninguna otra montaña. Podríamos decir que el Everest ha pasado de ser la montaña más alta de la Tierra a ser el mayor basurero y el mayor cementerio de la Tierra.

Los sherpas y las botellas de oxígeno forman parte del paisaje del alpinismo contemporáneo.

Lo que se debería hacer con las botellas de oxígeno es prohibirlas y dejarlas sólo en el campo base como uso medicinal por si alguien tiene algún problema. Con la simple prohibición de las botellas de oxígeno en las montañas el 95% de las personas no irián porque no tendrían ninguna posibilidad de alcanzar la cumbre.

Respecto a los sherpas, hablar de ellos es como hacerlo de los españoles: los hay buenos, malos y regulares. En el caso de los sherpas que dirigen cuatro empresas nepalíes encargadas de la comercialización del Everest me parece que son delicuentes. Se trata de empresas montadas a partir de corruptelas y de las influencias políticas que no cumplen ni siquiera las exigencias medioambientales que ellos mismos ponen para sus parques naturales. También los nepalíes, igual que exigen a los países civilizados, deberían cumplir con esas normas de retirada de basuras y cuidado de montañas.

Carlos Soria tiene 85 años y aún escala. Juanito Oirzabal, con amputaciones, también lo hace. ¿Su adicción es la montaña?

No están enganchados, llevan haciendo montaña toda la vida, les gusta y hasta que se mueran van a seguir haciendo montaña al nivel que puedan y quieran, como yo. Subo montañas de 6.000 metros, pero cuando estoy en Madrid subo Peñalara, de 2.400 metros. Y cuando voy al Pirineo, subo Monte Perdido, de 3.300 metros. Pero si voy al Tíbet, tienen 4.000 y pico metros. ¿Qué hago? Pues montaña de acuerdo a la edad y las condiciones físicas que tengo. Es muy divertido, muy placentero. Las montañas son los últimos refugios emocionales que nos quedan, los últimos lugares para preservar. 

¿Cómo escoge los lugares a los que ir en expedición?

A veces tardo dos años para decidirme. Hay que saber muy a dónde se va. Y, a pesar de todo, a pesar de organizarlo y planificarlo, no siempre se consiguen los objetivos.

¿En qué lugares del planeta se visibilizan con más intensidad los efectos del cambio climático?

En toda la zona de los grandes hielos del planeta. Va mucho más rápido de lo que se pensaba en todo el mundo. Los efectos son muy visibles en Groenlandia, en Patagonia, en la península antártica, en el Himalaya y en el Karakórum.