El Teatro de Rojas acoge el domingo, a partir de las 19:00 horas, la adaptación de Los lunes al sol, adaptación de uno de los largometrajes contemporáneos que más huella han dejado en España.
Llega a Toledo con Los lunes al sol, una adaptación de la película de Fernando León de Aranoa sobre el efecto del paro en las personas. Es un problema recurrente en España.
Creo que es algo de la cultura industrial y que surge con la Revolución Industrial. Desde entonces, tenemos una relación con el trabajo bastante similar. Los lunes al sol propone un ejercicio poético, divertido y transgresor con el tema del desempleo. En aquel momento concreto se hablaba de la reconversión industrial y ahora tenemos la reconversión digital. En la sociedad capitalista en la que vivimos se producen este tipo de adaptaciones cada cierto tiempo.
¿A quién interpreta y cuánto de Fernando Cayo hay en ese personaje?
En todos los personajes que interpreto intento poner mucho de mí. También hay una parte del propio personaje. Santa es uno de la cuadrilla de desempleados que han perdido su trabajo después de que el astillero cerrara y de pelearlo en las calles. De todos, es el que peor se ha adaptado y el que más espíritu de lucha conserva. Es un sindicalista a la vieja usanza, uno de aquellos sindicalistas que lucharon en las calles después de los tiempos de la Transición. En ese sentido, el diseño del personaje es distinto al que se hizo en la película.
Santa es el poeta, el revolucionario, el luchador. También es un poco bocazas y un poco metepatas. Y eso hace que sea también divertido. Todos son tipos ejemplares y héroes, pero al mismo tiempo tienen muchas fallas; eso le hace personajes entrañables.
¿También recorre Gijón?
Está ambientada en un lugar indeterminado para que todo sea mucho más universal. Porque, realmente, ese problema existió en Gijón, Bilbao, Cartagena, Cádiz y en muchos otros sitios.
La historia que vienen a contar sonará familiar a muchos: es una suerte de clásico contemporáneo.
La obra es también una revisitación de este clásico contemporáneo que es Los lunes al sol. La puesta en escena es de uno de los mejores directores de este país, Javier Hernández-Simón. Tiene un elenco espectacular, una escenografía soberbia y está siendo un éxito brutal desde el estreno en Valladolid en octubre del año pasado. Tiene varias candidaturas a los premios Max. Estamos visitando toda España con un éxito tremendo; disfrutamos con la respuesta de los espectadores que salen del espectáculo divertidos y emocionados.
Los actores protestan por el desempleo, la precariedad y la inestabilidad de la profesión.
Desde hace unos años, la Unión de Actores lucha por el Estatuto del Artista, que supondría, como en el caso de Francia, disponer de una serie de reglas que tengan la intermitencia de nuestro trabajo. Se puede trabajar y ganar dinero mientras se hace una serie, pero quizás en los cinco años posteriores no se hace nada. Y eso es importante para Hacienda y el pago de impuestos.
Pero en este momento, hay muchos estudiantes de arte dramático o gente a quienes les gustan las películas o las series y cuentan como profesionales, pero todavía no lo son. Dentro de la realidad, hay un montón de realidades distintas. Yo, por ejemplo, suelo trabajar mucho entre teatro, cine y televisión, y produzco mis propios espectáculos. En realidad, no tengo nada que ver con alguien que está en provincias con un grupo de teatro independiente intentando buscarse la vida. Hay muchos lugares y hay que tenerlos en cuenta a todos. Lo que siempre es importante es el apoyo del público que, en este momento, está llegando a nuestros teatros. Me quedo con eso, con el interés de la gente. Y los problemas laborales ya los iremos solucionando.
Ya tenía notoriedad a finales de los noventa con Manos a la obra y más de 20 años después volvió a encontrarla con La casa de papel. Como poco, la suya es una trayectoria dilatada.
Es una trayectoria de vida. Llevo más de 35 años como profesional en esto, pago mis facturas con el trabajo y he ocupado distintas labores: he escrito, he dirigido, he actuado, doy clase, presento eventos, hago muchísimas cosas. Es mi pasión, lo que amo y estoy encantado. Ahora mismo se está presentando La favorita, la serie que ha sido líder de audiencia en Telecinco. Voy a empezar a grabar la segunda temporada de Marbella. Estrenamos mañana [por ayer, jueves] en Pamplona La huella del mal, que es un thriller estupendo dirigido por Manuel Ríos, el autor de la novela.
Estoy a pleno funcionamiento y encantado de la vida. Esta semana he grabado una ficción sonora para Radio Nacional de Luces de bohemia, con José Sacristán y Miguel Rellán. Disfruto de este grado de multiactividad.
¿Le agobia la fama?
Estoy concentrado en lo que hago. Mi vida actual es trabajar en lo que me gusta, en lo que disfruto. También tengo que buscarme espacios de tranquilidad, reflexión y meditación para recomponerme y seguir en esta actividad que me gusta tanto. Pero no tengo tiempo ni para lamentarme, ni para quejarme, ni para pensar «ay, qué mala es la fama, cuánto me castiga». No, eso corresponde a otro perfil. Yo no estoy ahí metido, soy un currante apasionado, un artesano ilusionado con lo que hace. Veo la fama como algo positivo: si me reconoce alguien por la calle o me pide una foto al salir de una función, eso supone que les gusta mi trabajo y que me quieren de alguna forma. Para mí eso es súper.
Salta del humor al suspense, de la comedia al drama. ¿Se siente cómodo en todos los géneros?
Desde que empecé a trabajar en esto, una de mis preocupaciones fue la de tener una formación amplia para luego poder disfrutar de libertad de elección. El hecho de haber estudiado en la Escuela Internacional del Actor Cómico de Italia, con Mariano Barroso, con Montxo Armendáriz o con la Compañía Nacional de Teatro Clásico da libertad de elección y posibilidades. A mis alumnos les digo que, si quieren construir una carrera larga, tienen que formarse mucho y adquirir un bagaje grande para poder hacer después múltiples cosas.
El espectador consume la televisión y el cine de forma diferente, pero el teatro permanece.
Lo bonito del teatro es que es una reunión de gente, una comunidad, una asamblea cultural en la que las personas se reúnen para compartir un momento de emociones, para recibir una historia y sentirse tocado por las cosas que esa historia cuentan. Lo bonito de los Lunes al sol es que, además, es una historia que toca mucho porque no habla solo del desempleo, también trata el amor, el desamor, la pareja o las relaciones de padres e hijos. Y todo lo hace con mucho sentido del humor que es algo importante para sobrellevar la vida. También destaca la importancia de estar juntos y de sentirse unido a una comunidad, que son valores que está muy bien recordar.
¿Cómo respira el teatro en provincias? La pandemia cerró los escenarios muchos meses.
Los teatros están llenos. Y cuando alguno no lo está suele ser por alguna cuestión relativa a su gestión. Pero lo normal, y hablo de los últimos 15 años, es encontrarlos llenos. La gente quiere ver teatro y después de la pandemia más. Después de estar encerrados viendo tanta pantallita y tanta serie, el público quiere espectáculos en vivo, conciertos y danza en vivo.
Estamos recorriendo toda España. Y lo que vemos son teatros llenos y gente con ganas de ver teatro. Yo me quedo con eso. Tengo muchas ganas de volver a Toledo, que es una ciudad que amo profundamente. Además, yo vivo en la provincia de Toledo, mi casa está ahí. He actuado en el Rojas muchísimas veces, he hecho ese recorrido maravilloso por dentro del Teatro de Rojas, también he estado en el auditorio [del Palacio de Congresos]. Me siento muy unido a Toledo: es una ciudad de cultura y me encanta volver. Este espectáculo es brutal, visualmente muy hermoso y la gente tiene ganas de verlo.