Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


El Nobel viaja a Corea del Sur

13/10/2024

Un año más, la Academia Sueca ha jugado con las encuestas, los lectores y hasta con la historia de la literatura, optando por una dama surcoreana que ni estaba ni se le esperaba, por más que las editoriales, ávidas de vender libros, se apresuren a decir que estamos ante una nueva revelación, la novena maravilla del mundo.
En las encuestas, el eterno aspirante, el japonés Murakami, con una obra madura y consolidada, había cedido su lugar preferente a la china Can Xue (una novelista de 71 años, considerada «la Kafka de China»). Había, desde luego, otros nombres: la australiana Gerald Murnane (de 85 años), la canadiense Margaret Atwood (también octogenaria), el argentino César Aira (de 75), la griega Ersi Sotiropoulos, el novelista estadounidense Thomas Pynchon (87) y Anne Carson (considerada, con sus 74 años, la poeta viva más importante en lengua inglesa).
Sin embargo, el Nobel, siempre caprichoso, ha pasado una vez más de los aspirantes y, fiel a sus postulados –que, por suerte, no siempre aplica–, como hiciera, en 2018, con la polaca Olga Tokaczuk, una psicóloga de 56 años, con una obra incipiente, ha optado por la surcoreana Han Kang (de 53 años), con una obra que apunta –no me atrevo a decir alto–, pero que, de momento, no pasa de ahí. Una obra en la que destacan dos novelas, La vegetariana (galardonada con el Premio Man Booker internacional), un libro plagado de tópicos y de tristeza (el típico libro «pour femmes de chambres» que decía Stendha, pero que encuentra receptores abundantes entre quienes buscan en un libro las cotidianas trivialidades). Y La clase de griego, recientemente publicada, más original en la temática, pero asimismo de una tristeza arrolladora.
Viendo el panorama, humildemente me atreví a aventurar lo que sigue cuando hace tres años publiqué en el segundo volumen de Breve historia de los premios Nobel de Literatura (pág. 325): «Y luego tenemos el factor feminista; 102 hombres frente a tan sólo 16 mujeres (ahora 18) es un aspecto sangrante que sin duda va a condicionar poderosamente al Nobel en las próximas décadas y más aún si tenemos en cuenta el auge sin precedentes de la literatura femenina durantes estos últimos años, y a la mujer como receptora y consumidora de libros. El hecho –añadía– de que desde el año 2000 al presente la Academia Sueca haya galardonado a siete mujeres (a día de hoy nueve) frente a catorce hombres, supone un golpe de timón decisivo en la toma de conciencia de este problema y de lo que muy posiblemente sea una marcada tendencia hacia la paridad, nos guste o no nos guste el término».
Eso y la influencia determinante de las grandes y todopoderosas editoriales (gran casualidad es que La clase de griego apareciera, el pasado año 2023, publicada en castellano por Editorial Random House) están condicionando fuertemente la emergencia de estas figuras, a quienes la obtención de tan importante premio hace que su obra se tuerza necesariamente, por más que la recién galardonada asegure que «las migrañas que sufre periódicamente contribuyen a mantenerla humilde».
Nos estamos dejando contaminar, qué duda cabe, por la triste novela anglosajona de Jane Austen, en vez de hacerlo por el Tristran Shandy de Sterne, seguidor fiel de Rabelais y de Cervantes. Y eso por no hablar de Lázaro de Tormes, la picara Justina y Estebanillo González. El único novelista anglosajón capaz de entender esto fue James Joyce (y acaso Mark Twain), de ahí la reacción puritana de Mrs. Virginia Woolf cuando leyó el manuscrito original de Ulysses, que se apresuró a rechazar, posiblemente también presa de la migraña, perdiendo de ese modo la casa de edición de su marido –Harold Press– la oportunidad de publicar la mejor novela escrita en el mundo después de Don Quijote de Cervantes. 
Felicidades, pese a lo dicho, a Han Kang, y a esos 52 millones de habitantes de la todopoderosa Corea del Sur, con lo que este gran y sufrido país entra de lleno en la órbita del negocio del libro.