José Morán Vázquez, hijo primogénito del también artista galveño, Leopoldo Morán es, posiblemente, uno de los pintores toledanos más reconocidos en el panorama nacional, junto a otros artistas y escultores, también de Gálvez, de la talla de Francisco García «Kalato» o Antonio Guío.
De la mano de su marchante, Fernando Fernán Gómez, la obra de José Morán llegó a todos los rincones de la geografía española. En este periodo también recorrió los Estados Unidos como representante de la pintura paisajística toledana.
A los 12 años recibió su primer premio de pintura nacional con un San Juan Evangelista a carboncillo, «un premio, que yo no tenía manos para coger todos los regalos y el dinero que me dieron… entonces yo era el rey» - comenta sonriente, como es Morán, y con añoranza-. «Yo no fui nunca a la universidad, pero a los 15 años lo tenía aprendido todo de mi padre, técnicas, correcciones a académicos, aprendizaje de los mejores maestros y coetáneos de su época, Enrique Vera, Guerro Malagón…».
La verdadera historia de ‘La última cena’ de Luys TristánRedescubriéndose y renaciendo a una nueva etapa artística José Morán, a sus 69 años, explora nuevas técnicas de la mano de la innovación y tecnología aplicada al arte digital -que le tienen completamente emocionado-.
Tras una vida entera dedicada a la pintura, también como profesor de arte en el 'Estudio de Pintura Morán' en Madrid -donde reside habitualmente-, hoy comparte con La Tribuna sus orígenes y la verdadera historia de la tergiversada obra de La última cena de Luys Tristán, el discípulo del Greco, de obligada visita en la Iglesia Parroquial de Cuerva (Toledo), donde se expone al público.
Muy influenciado en su primera etapa pictórica por El Greco, José Morán, conocido popular y artísticamente como Pepe Morán, dio sus primeros pasos como artista de la mano de su padre, Leopoldo Morán (Gálvez 1914- 1992). Junto a él, en una humilde sala de estar de una casa baja muy céntrica en Gálvez, ha visto pasar los mejores años de su niñez y adolescencia pintando ambos, sincronizados por una misma pasión, en sendos caballetes.
También a él, Morán, como a Tristán, «haber tenido a un genio por maestro es posiblemente lo mejor que me ha podido pasar», reconoce.
Hoy su casa de Gálvez es prácticamente un museo a la obra de su padre, un prolífico pintor, estudiante de Bellas Artes de Toledo de principios del siglo XX. En ella se custodian y conservan cuidadosamente centenares de sus lienzos y dibujos, de las que Morán nos habla con admiración y emoción.
Y es en esta salita de estar, junto a su madre Jesusa y su primo Alfredo, donde Morán nos narra de primera fuente informativa, su padre, cómo este consiguió salvar el impresionante lienzo de Tristán 'La última cena' de dimensiones impresionantes, más de 4 x 2 m, de la quema a comienzo de la Guerra Civil.
La tergiversada historia de La última Cena de Tristán. «Mi padre tenía un comercio en Gálvez y otro en Cuerva, cuando en el 36 empiezan a saquear y quemar iglesias. Cuerva tenía un Eccehomo de Mariano Benlliure y la Sábana Santa, que era una de las tres o cuatro más valiosas de España. Todo fue a la hoguera. Lo más valioso era el cuadro de Tristán, el discípulo del Greco, y posiblemente la mejor obra de Tristán». Aún hoy se discute si alguno de los cuadros del Greco de Toledo firmados por él sean obra de su alumno Tristán.
Empezaron a sacar las reliquias a la puerta de la Iglesia e hicieron la hoguera para quemarlo.
Esto fue en el 36, antes de la guerra. Mi padre tenía una tienda en Cuerva y ya estaba en la Escuela de Arte de Toledo, viendo cómo echaban el cuadro de Tristán a la hoguera. Fue cuando mandó a tres chavalillos que correteaban por allí, «venir para acá», y les dio unas tijeras y una peseta a cada uno. «Vosotros haced como si lo estuviérais rompiendo», para que no se notara. Haciendo un corte de siete u ocho trozos al lienzo a tijeretazos. «Los enrolláis y os vais por la calle de atrás y me lo traéis».
De los tres que había, dos chavales se hicieron con el fardo de la tela, pero a un tercero se los cogió su padre y le preguntó que para qué quería eso. «Dos apóstoles, terminaron en la hoguera».
Mi padre, jugándose el cuello, se los trajo a Gálvez en la borriquita y en su casa hizo un falso techo para guardarlos. Allí pasaron el resto de la guerra.
Entrega del cuadro. En 1939 Leopoldo Morán llevó los fardos de los restos del cuadro de Tristán al Museo del Prado y se lo entregó al director. Aún Morán hijo conserva este documento de entrega. «Y ya descansó mi padre».
A los tres años vino el cuadro. «Le llamaron informándole que iban a traer el cuadro restaurado a su lugar de origen, a la Iglesia de Cuerva».
El cura de Cuerva, Amadeo, vino a informarse a la casa de mis padres a Gálvez en los años 80 y empezó a interesarse. Fue así cómo dieron a conocer a los corvanchos cómo se salvó realmente el cuadro. Más allá de esta verdad que nos llega de mano del protagonista narrada ahora por su hijo, ha habido recientemente historiadores de Cuerva, que «han querido reescribir la historia del cuadro de manera errónea», pero la verdadera historia de cómo se salvó el lienzo de 'La última cena' de Tristán «es esta», afirma rotundo Morán.